domingo, 12 de abril de 2009

Once

Parece ser que ya ha pasado bastante tiempo y he descubierto causas para algunos efectos que me eran inexplicables. 

Pasó que ayer me puse a escribir. Me conté algunas historias que creía olvidadas y recorde situaciones frustrantes tan antiguas que me dan solo nostalgia. Nada de pena. Nostalgia.

Anoté por ahí memorias de la escuela de lenguaje. Jevi igual; como que recordé incluso algún trabajo en plastilina. Me acordé tambien de la pequeña sala con no más de dos mesas, con tablas viejas pintadas de un amarillo fuerte y un meson alto para la Tía Marcela. Una sala con una tele, donde alguna vez vieron una película de Disney sin mi (lo que me da pena rabia hasta el día de hoy; muchas de las películas de disney las he tenido que ver ahora de grande).

Recordé que fuí muy niño. Que fuí "el barrendero" en la canción de cachureos que decía "me pongo de pie, me vuelvo a sentar", que tenía bigote y patillas largas que hacían juego con la boina cuadrillé. Que era simple ser bueno; que era fácil hacer lo que debía hacer y aún tener tiempo libre. Que era fácil ser niño.  

Parece que recordar me hace bien.

Me levanté hoy con otra mentalidad. Diferente-Mejor. Puede ser que la conversa con algunos amigos de temas que no tocaba hace mucho me hayan hecho replantearme, regresando a los porque de lo que soy ahora.  Genial. Me hacían falta los fundamentos de mi propia existencia, los que no tenían influencia alguna cuando niño, pero ausentes hoy me hacen perder el rumbo.

Hoy estoy más seguro. Y nada tiene que ver la semana santa ni la Santa programación de Mega. No. Los concejos sarcedotales solo coinciden con el crecimiento interior que me dió el conversar aquellos temas con aquellas gentes.  No hay nada de divino, nada más divino que lo humano.

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