lunes, 12 de diciembre de 2022

Mancha Solar

Me apareció hace un rato en alguna red social una noticia que me dejó pensando: Una mancha solar que es (¿o era?) del porte de la tierra está creciendo aceleradamente y acercándose. No voy a entrar en detalles porque no entiendo realmente cómo una mancha mortífera tendría la capacidad de moverse por el espacio. El punto es que probablemente se trate de una alternativa de fin del mundo
Cuando era más chico siempre me dio pánico pensar en cómo era morir. Más que el hecho de morir de manera trágica, accidental o "irse en el sueño" plácidamente, era el hecho de percibirme a mí mismo como un muerto. Imaginarme a mí mismo en un vacío eterno. Oscuro. Sintiendo la gravedad en mi cuerpo pero de pie sobre la nada. Gritando, articulando sonidos, buscando al menos un eco de mí mismo para sentirme menos solo. A veces imaginaba que además de todo podría estar inmóvil, quedando suspendido en esa misma oscuridad, pudiendo sólo ser el espectador eterno de la nada, del silencio, del vacío. 
No es que me haya pasado todo este tiempo profundizando en mi imaginario de la muerte, es más, casi no lo pienso un poco haciéndole el quite a la angustia que siempre me provocó el tema. Sin embargo, últimamente he vuelto a darle vueltas al tema más que todo considerando el alivio que implicaría un fin del mundo masivo, que nos libre a todos por igual.
Recuerdo que a veces camino a dar algún examen luego de haber pasado de largo estudiando (y aun así no sintiéndome preparado) pensaba en cualquier tipo de accidente no fatal que justificara el hecho de no llegar a rendir el examen. Una caída en las escaleras del metro, un choque leve, no sé. Cualquier cosa con tal de no afrontar el hecho de que en el fondo era yo el incapaz de tomar la decisión de no ir al examen, porque no me la podía o por lo que fuese. Era esperar que el destino tuviese el control de todo dejándome a mi mismo como víctima de las circunstancias. 
A veces, sobre todo luego de "crecer" y enfrentar el hecho de que hay más cosas que deberían estar bajo mi control, considero que el fin del mundo es libertad. No es que considere que la muerte en particular sea una alternativa, va más por el hecho de que sea un acto masivo y sin distinciones, que elimine la interrogante de qué es lo que va a pasar con todo lo que uno deja atrás cuando se muere. No queda nada ni nadie. Nada que llorar, ninguna deuda por pagar, nada pendiente. 
Es posible que a mis 31 años esta visión del (el fin del) mundo sea solamente un intento de evadir aquello que no quiero controlar. Traspasar la decisión propia a una realidad universal que venga a justificar el hecho de que no estoy siendo capaz de tomar las riendas de aquello que por mucho que piense no sabría como resolver. El miedo a la equivocación latente, las ganas de no pensar en lo que va a pasar después, no plantearme un futuro donde tenga que cargar con una buena o mala decisión. 
Me llama la atención el hecho de que antes el miedo a la muerte tenía más que ver conmigo mismo en el escenario muerte, que ahora en que realmente me preocupa más todo aquello que le pasaría a los demás si eso llegase a pasarme. Me parece que es casi justo un fin del mundo transversal. Y puede que no entienda realmente lo que es una mancha solar ni su velocidad como para calcular y esperar el momento en que nos elimine a todos, pero en el fondo tengo claro (y trato de aceptar) que no puedo vivir esperando que llegue a resolver por mi todo aquello que debería activamente enfrentar. Arriesgar y darle tiempo y espacio al duelo, con la esperanza de que eso que definen como madurez llegue a darme la tranquilidad que necesito. 

miércoles, 7 de noviembre de 2018

La noche que elegimos

No puedo dejar de darle vueltas a tu oscuridad. No porque me preocupe, sino porque simplemente le perdí el miedo o algo así. No me aterra. No me mata. No me daña más de la cuenta.

Estoy tratando de buscar las palabras para lograr verbalizar y al fin contarte que, finalmente, si la decisión está en mis manos prefiero ante todo elegirte a ti. Porque eres la noche que necesito para que el día tenga sentido. Porque aunque no lo veas así, también eres día. Eres lo luminoso, lo vital, el estímulo de mucho, el motor casi cafeínico de días que de manera ilusa pienso que funcionarían sin ti.

Vuelvo a hablar de la noche porque es lo que nos convoca: no le temo. No le temo porque ya es parte de mi. Es parte de lo que somos y hacemos. Porque dentro del misterio y oscuridad que entrega hay una belleza que identifico, a ciegas, casi tanteando, y que disfruto. Porque en esa pérdida de un sentido tengo otros que desarrollo, que se expanden y me ayudan a descubrir esa figura tuya, que dentro de la noche se dibuja y toma presencia en mi noche. Y me gusta. Y quiero tenerla así, temerosa de sus movimientos a ciegas, que aun simulando una aclimatación total (con una seguridad soberbia) sigue siendo frágil.

En tu noche hay fragilidad. Lo sé porque lo he visto en ti. Lo he visto porque aun en la oscuridad hay una parte cristalina tuya, que no sé de donde proviene pero que existe, que reclama un espacio y se hace presente. Y te acaricio en la oscuridad porque entiendo que detrás de esa figura tuya hay un dolor que se esconde, porque te sientes un fantasma incompleto, que muy en su rol cree que la alternativa más fácil es asustar y alejar en vez de formar parte de un algo sustancial. De un cuerpo.

Así es como al final me entrego también a tu noche, sin pretender iluminar nada, sin pretender que todo estará bien. Es una aventura siempre, y nos tornamos indescifrables. ¿Acaso no se ha tratado siempre de eso? Porque al final, ¿Qué nos hace pensar que después de tanto nos conocemos a cabalidad? ¿Acaso después de cierto tiempo nos agotamos? He ahí la magia de la noche. Nos matiza, como un manto que cubre, donde al fin logro ver esos destellos que, estoy seguro, ignoras completamente. Y es ahí cuando descubro que ese manto que se extiende jamás es infinito. Ahí también otro punto de disfrute; ese lugar al final de la noche, ese límite donde comienza a aclarar y vemos a contraluz quienes somos de la manera más frágil de todas. Casi traslúcidos. Queriendo escondernos para no dejar al descubierto que en el fondo seguimos vivos. Que entramos y salimos de la oscuridad con algo más o algo menos. Que la noche nos cambió.

Si me preguntas, te quiero con tu noche. No me comprometo con tu oscuridad, sino contigo por completo. Con tu luz y sombra. Con tu figura que tal como un claroscuro no se configura sin una oscuridad que en algún punto lo devore todo.

Te quiero así, y no hablo de defectos ni virtudes. Te quiero sin juicios, porque es lo que eres, y una vez conmigo, lo que somos. Te quiero así, parte de mi.

Así que olvida tu creencia de que hay algo mejor a plena luz. La realidad nunca se trata de eso. Hay magia en la noche, y después de esta última noche me queda claro que te necesito aun con todo lo que eso acarrea.

De ahora en adelante para mi es sólo desesperación, porque quiero decirte todo ahora, quiero llamarte a las 4 am y hacerte entender de que te necesito con todos tus matices. Que de tu oscuridad también brota en mi algo que crece, que se fortalece, que me presiona a avanzar y crecer. A ser mejor, para ti y contigo.

Eres la noche que elijo, y no digo que si te vas no vayan a existir más noches. Siempre hay días y noches. Pero tu eres mi noche. Eres la noche que, entre las sombras y destellos, elijo.




viernes, 20 de junio de 2014

El fin de los planes B.

Yo siempre quería que pasara. Que llegara el momento en que ya no hubiesen planes B.
Pero tengo miedo, porque sé que a 4 años o más de las últimas tormentas fuertes, estar solo es algo que me mata de miedo. Y uno va formando una imagen hermosa, configurándose como el amigo que siempre aparece con alguien más, que nunca anda solo sino que, aparentemente, bien acompañado.

Es delicado reconocerse así. Mirar bajo las seguridades de siempre y descubrir que siguen ahí, igual de vivas, todas las inseguridades, logrando que todo lo que se construya crezca fértil en apariencia sobre un pantano.  Basta desequilibrar un poco la ecuación y el pantano colapsa.

Y pensé que ahora ya no estaba en tiempos de planes B. Que había crecido de alguna forma. Que había echado raíces. Pero al final no.

lunes, 3 de febrero de 2014

Soy yo y vengo a escarbar

Estoy bien. Me gusta esta pseudo seguridad, que aun en el constante y precario equilibrio me hace sentir que los pasos que doy son menos en falso que muchos otros.
Relaciono este "estar bien" con la certeza del golpe cuando la caída es inminente eso sí. Uno se cura de espanto una vez y queda esperando lo peor para siempre; si no se acaba, algo pasa. Si no pasa nada, se acaba. Si no pasa ninguna, algo más estará pasando. El hilar fino se vuelve un sub-estilo de vida, supongo.

Por otra parte, estoy en un loop infinito con una canción relacionada directamente con quien inspiró gran parte de las entradas de esta suerte de diario de vida programado rigurosamente para (ojala) no ser encontrado nunca. Estoy obsesionado un poquito con sentir algo. Con escarbar en la herida para sacar algo nuevo en limpio; algo que me advierta, a modo de golpe de realidad o algo así, que la soledad siempre es inminente. Que es el centro. Mi centro al que irremediablemente tiendo yo y muchos más porque pucha, lo vamos a pensar mucho y lo vamos a pasar mal. Lo vamos a analizar y todos los análisis están pensados para enfriarlo todo.

Recuerdo el invierno del 2010 y se me apretan las ganas de escribir. El 2010; el año en que se contaminó todo.

viernes, 5 de julio de 2013

Lo que no va a pasar

Estoy entrando en una etapa que ningún concepto es capaz de definir. Estoy tratando, arduamente, de describir lo que se siente cuando estás en un centro en el que no tienes contacto con ningún área del rededor. Onda, si ven el todo como una esfera, dentro de esa esfera hay un pequeño vacío, y ahí, en el centro, yo.

Entonces me aburro, no por no tener contacto, sino por verlo todo, entenderlo claramente, pero no ser capaz de superar el miedo al medio. Al actuar. Al romper el cascarón y situarse de frente a las cosas. Tengo la sensación de estar perdido en una subrealidad en la que no me falta nada pero aun así no es suficiente; no me lleno con nada y devoro todo cuanto puedo. Al mismo tiempo, siento que he dejado pasar todo y que todo irremediablemente se escapa.

Probablemente todo se resuma en que estoy atrapado por voluntad propia. Actuar mal por conciencia, dejarse llevar por el vacío sabiendo lo inconducente que es todo. Caminar hacia la nada consciente de nuestro norte.

No hay brújula que valga. No hay peso que me haga creer en alguna gravedad. No hay ley consistente ni criterio universal que me haga entender que todo el progreso es tal. La vanidad lo consume todo; el querer, el hacer, sentir, el amar. Todo se reduce al minuto, al instante, al segundo de placer o dolor. Eso, defino yo, es lo que pasa. Nada.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Al final desmembrar situaciones tensas siempre me produce cierto placer que me aleja de cualquier posible pena.
siento el mismo deterioro de afuera por dentro. El tiempo está pesando más que en cualquier pronóstico, y tengo miedo de que todo lo que cargo me exilie de aquello que quiero.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Sospecho y espero desligarme cuando noto que la sonrisa no está. Cuando no esperas que sea yo el que llene los vacíos. Cuando me evidencias la insuficiencia.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Mi  imagen mental de "hacer un cambio", en este momento, sería algo así como arrugarme cual papel y empezar  a escribir de nuevo. Es que estoy super cansado de adentro, tengo ganas de muchas cosas que ayudarían a cambiar/avanzar, pero los miedos siempre pueden más.

Tengo rabia dentro. Tengo contenidas rabias sin memorias, que sólo son. Me asusta pensar que podría gritarlas todas, injustificadamente, a quien no corresponda. Esta noche, y todas la noches, la inestabilidad se asoma.

Me ahogo pensando en los tiempos mejores, cuando las preocupaciones eran las mismas pero las respuestas eran otras. Hoy la mayoría de las cosas no tienen sentido; lo que más me duele: el querer sin sentido. ¿Por qué invertir el tiempo explicándole a alguien cosas que podrían mejorarlo todo si al final no entiende? ¿Cómo mantenerse ahí cuando el resto se escapa? ¿Cómo detenerse en la persecución de aquello que siempre va a huir?

Yo quiero mucho a todos y en particular puedo querer aun más. Pero el sentir que ni aun eso me hace valioso me mata; el saber que aun queriendo y haciendo lo que nadie hace todo va a seguir igual de mal... duele. Yo sé que no puedo atrapar nada. Sé que pedir que me quieran más es tapar una sonrisa con una almohada.

Tengo que correr, pienso. Tengo que perderme un poco, como en los viejos tiempos. La falsa estabilidad de estos días me está pasando la cuenta de golpe.