Cuando era más chico siempre me dio pánico pensar en cómo era morir. Más que el hecho de morir de manera trágica, accidental o "irse en el sueño" plácidamente, era el hecho de percibirme a mí mismo como un muerto. Imaginarme a mí mismo en un vacío eterno. Oscuro. Sintiendo la gravedad en mi cuerpo pero de pie sobre la nada. Gritando, articulando sonidos, buscando al menos un eco de mí mismo para sentirme menos solo. A veces imaginaba que además de todo podría estar inmóvil, quedando suspendido en esa misma oscuridad, pudiendo sólo ser el espectador eterno de la nada, del silencio, del vacío.
No es que me haya pasado todo este tiempo profundizando en mi imaginario de la muerte, es más, casi no lo pienso un poco haciéndole el quite a la angustia que siempre me provocó el tema. Sin embargo, últimamente he vuelto a darle vueltas al tema más que todo considerando el alivio que implicaría un fin del mundo masivo, que nos libre a todos por igual.
Recuerdo que a veces camino a dar algún examen luego de haber pasado de largo estudiando (y aun así no sintiéndome preparado) pensaba en cualquier tipo de accidente no fatal que justificara el hecho de no llegar a rendir el examen. Una caída en las escaleras del metro, un choque leve, no sé. Cualquier cosa con tal de no afrontar el hecho de que en el fondo era yo el incapaz de tomar la decisión de no ir al examen, porque no me la podía o por lo que fuese. Era esperar que el destino tuviese el control de todo dejándome a mi mismo como víctima de las circunstancias.
A veces, sobre todo luego de "crecer" y enfrentar el hecho de que hay más cosas que deberían estar bajo mi control, considero que el fin del mundo es libertad. No es que considere que la muerte en particular sea una alternativa, va más por el hecho de que sea un acto masivo y sin distinciones, que elimine la interrogante de qué es lo que va a pasar con todo lo que uno deja atrás cuando se muere. No queda nada ni nadie. Nada que llorar, ninguna deuda por pagar, nada pendiente.
Es posible que a mis 31 años esta visión del (el fin del) mundo sea solamente un intento de evadir aquello que no quiero controlar. Traspasar la decisión propia a una realidad universal que venga a justificar el hecho de que no estoy siendo capaz de tomar las riendas de aquello que por mucho que piense no sabría como resolver. El miedo a la equivocación latente, las ganas de no pensar en lo que va a pasar después, no plantearme un futuro donde tenga que cargar con una buena o mala decisión.
Me llama la atención el hecho de que antes el miedo a la muerte tenía más que ver conmigo mismo en el escenario muerte, que ahora en que realmente me preocupa más todo aquello que le pasaría a los demás si eso llegase a pasarme. Me parece que es casi justo un fin del mundo transversal. Y puede que no entienda realmente lo que es una mancha solar ni su velocidad como para calcular y esperar el momento en que nos elimine a todos, pero en el fondo tengo claro (y trato de aceptar) que no puedo vivir esperando que llegue a resolver por mi todo aquello que debería activamente enfrentar. Arriesgar y darle tiempo y espacio al duelo, con la esperanza de que eso que definen como madurez llegue a darme la tranquilidad que necesito.