jueves, 22 de octubre de 2009
Deseos
Es que las estrellas están más lejos de lo que se quiere, y a menos de que los deseos viajasen por sobre la velocidad de la luz, seguiremos igual de perdidos...
miércoles, 21 de octubre de 2009
El loco.
"No quiere ser simpático, quiere ser digno". A mi me daba risa escucharlo. Y siempre que lo veía en la calle tenía las manos en los bolsillos, y pateaba las piedras, como desquitandose por no ser quien le gustaría.
El otro día lo vi arriba de un árbol. Tenía un cordel amarrado en la frente; yo creo que se creía rambo. Le pregunté que onda, y me dijo una cosa del nido de amor o algo por el estilo. Yo no lo pesqué y me fuí.
Esa vez que apareció en la oficina con "la flor para el amor de su vida". No me reí en su cara, pero en algún momento lo hice. Creo que se la dejó a Clarita, la telefonista que hacía su práctica. Y ella, por cortesía (pensé en ese momento) la puso en un florero en el escritorio.
Pasaron unas semanas y la primavera ya estaba en pleno apogéo. Ahora no era una flor, sino un ramo de flores el que aguardaba temprano sobre el escritorio de Clarita. No los imaginaba juntos; a Clarita, tan sofisticada y a él tan... ¿diferente? No. Rústico diría yo.
Y cuando se cruzaban al entrar o salir se miraban de reojo los perlas, y en sus tiempos libres, cada uno por su cuenta, tarareaban la misma canción. Yo los veía casi con envidia, pero pensando la situación más me reía.
Tiempo despues lo volví a ver en el árbol. Tenía las manos con sangre y la camisa rajada y sucia. Estaba inquieto, meneando la cabeza de atrás hacia adelante en un ir y venir enfermizo. Le pregunté que le ocurría y me respondió gritando "Clarita me mintió, me dijo que iba y volvía, pero no vuelve... no vuelve..." y estalló en llanto. No supe que hacer. Dejé mi bolsón y me acerqué al árbol. Le dije que bajara y me dijo que no, que buscaba a Clarita. "No está ni estará allá" le grité, y me dijo "Callate, weon!, si no sabí" Y despues, más calmado, dijo "Clarita va a pasar por aquí al frente, esto seguro. Si yo sé pa donde va".
No entendí bien lo último, así que decidí seguir mi camino y dejar de intentar.
Cuando llegué al primer seméforo encontré a Clarita. Vestía de rojo la blusa blanca, salpicada de negro en algunas partes. En el estómago tenía las huellas de un neumático, en las manos le faltaban dedos y en los labios había una sonrisa eterna. Sus ojos estaban abiertos y brillantes, aún cuando el corazón ya no latía, y en ellos se reflejaban las luces de la ambulancia. Era raro verla así tan diferente; era como si la muerte le hubiese dado vida... claro que a cambio de dientes, dedos, y muchos litros de sangre.
Volví al árbol creyendo entender todo. Ya no estaba arriba. Lo busqué con la mirada, entonces lo ví: respiraba con mucho esfuerzo, tirado de espaldas en el piso y con los ojos apuntando al cielo. Por la postura deduje que se había caído del árbol. Me acerqué lento; tenía sangre en la boca. Sin embargo logré entender entre las gárgaras que acompañaron sus palabras algo como "Te sigo". Lo dijo hartas veces, hasta que no lo dijo más.
Clarita no terminó la practica con nosotros. Porque vivió, pero lejos. Creo que al otro año logró terminarla, eso sí, en otra empresa (Y eso a pesar de la oposición de su marido). Y en cuanto al Loco, no sé en realidad a quien seguía, pero al menos en su tumba nunca faltan flores; el marido de Clara se las devolvió todas, y aunque podridas, permanecieron ahí por siempre. Como si el amor en que se mantenían les brindara la vida, o simplemente por ser más durables por lo silvestres que eran.
El otro día lo vi arriba de un árbol. Tenía un cordel amarrado en la frente; yo creo que se creía rambo. Le pregunté que onda, y me dijo una cosa del nido de amor o algo por el estilo. Yo no lo pesqué y me fuí.
Esa vez que apareció en la oficina con "la flor para el amor de su vida". No me reí en su cara, pero en algún momento lo hice. Creo que se la dejó a Clarita, la telefonista que hacía su práctica. Y ella, por cortesía (pensé en ese momento) la puso en un florero en el escritorio.
Pasaron unas semanas y la primavera ya estaba en pleno apogéo. Ahora no era una flor, sino un ramo de flores el que aguardaba temprano sobre el escritorio de Clarita. No los imaginaba juntos; a Clarita, tan sofisticada y a él tan... ¿diferente? No. Rústico diría yo.
Y cuando se cruzaban al entrar o salir se miraban de reojo los perlas, y en sus tiempos libres, cada uno por su cuenta, tarareaban la misma canción. Yo los veía casi con envidia, pero pensando la situación más me reía.
Tiempo despues lo volví a ver en el árbol. Tenía las manos con sangre y la camisa rajada y sucia. Estaba inquieto, meneando la cabeza de atrás hacia adelante en un ir y venir enfermizo. Le pregunté que le ocurría y me respondió gritando "Clarita me mintió, me dijo que iba y volvía, pero no vuelve... no vuelve..." y estalló en llanto. No supe que hacer. Dejé mi bolsón y me acerqué al árbol. Le dije que bajara y me dijo que no, que buscaba a Clarita. "No está ni estará allá" le grité, y me dijo "Callate, weon!, si no sabí" Y despues, más calmado, dijo "Clarita va a pasar por aquí al frente, esto seguro. Si yo sé pa donde va".
No entendí bien lo último, así que decidí seguir mi camino y dejar de intentar.
Cuando llegué al primer seméforo encontré a Clarita. Vestía de rojo la blusa blanca, salpicada de negro en algunas partes. En el estómago tenía las huellas de un neumático, en las manos le faltaban dedos y en los labios había una sonrisa eterna. Sus ojos estaban abiertos y brillantes, aún cuando el corazón ya no latía, y en ellos se reflejaban las luces de la ambulancia. Era raro verla así tan diferente; era como si la muerte le hubiese dado vida... claro que a cambio de dientes, dedos, y muchos litros de sangre.
Volví al árbol creyendo entender todo. Ya no estaba arriba. Lo busqué con la mirada, entonces lo ví: respiraba con mucho esfuerzo, tirado de espaldas en el piso y con los ojos apuntando al cielo. Por la postura deduje que se había caído del árbol. Me acerqué lento; tenía sangre en la boca. Sin embargo logré entender entre las gárgaras que acompañaron sus palabras algo como "Te sigo". Lo dijo hartas veces, hasta que no lo dijo más.
Clarita no terminó la practica con nosotros. Porque vivió, pero lejos. Creo que al otro año logró terminarla, eso sí, en otra empresa (Y eso a pesar de la oposición de su marido). Y en cuanto al Loco, no sé en realidad a quien seguía, pero al menos en su tumba nunca faltan flores; el marido de Clara se las devolvió todas, y aunque podridas, permanecieron ahí por siempre. Como si el amor en que se mantenían les brindara la vida, o simplemente por ser más durables por lo silvestres que eran.
miércoles, 14 de octubre de 2009
No es verdad ni crisis.
Pienso que muy posiblemente la teoría como que me hartó. No es que no sea sana; puede que sea lo mejor en los momentos de inestabilidad. Sin embargo no hay teorías para lo escencial. No. Y lo peor de todo es que, existiendo, serían escencialmente necesarias.
Requiero más respiros, y ya no me sirve el inhalar y exalar para terminar conforme del todo. Necesito un poco más de cielo, de pasto y de árbol, mas el sentarme en el parque a esperar la casualidad no me llena. Necesito saberme vivo, y el latir simplemente no basta.
No es estar mal ni es crisis. Es solo que a veces me hace falta tener un poco de eso que dicen que depara el futuro, como la gracia de la vida o el conocer las cosas como son en realidad.
Já!. Canción de los difuntos teleradio que cobra más sentido que nunca ahora.
Y escribo sin mirar las teclas, como si el leerme directamente en el monitor me hiciera asombrarme de mis propias palabras, y hago como si me contara un cuento que no me sé o una película que no he visto. Já again.
Estoy jo-di-do. Y es que para que las cosas se desarmen basta mucho menos que un terremoto.
Requiero más respiros, y ya no me sirve el inhalar y exalar para terminar conforme del todo. Necesito un poco más de cielo, de pasto y de árbol, mas el sentarme en el parque a esperar la casualidad no me llena. Necesito saberme vivo, y el latir simplemente no basta.
No es estar mal ni es crisis. Es solo que a veces me hace falta tener un poco de eso que dicen que depara el futuro, como la gracia de la vida o el conocer las cosas como son en realidad.
Yo no sé nada del mundo y el mundo no sabe de mi...
Já!. Canción de los difuntos teleradio que cobra más sentido que nunca ahora.
Y escribo sin mirar las teclas, como si el leerme directamente en el monitor me hiciera asombrarme de mis propias palabras, y hago como si me contara un cuento que no me sé o una película que no he visto. Já again.
Estoy jo-di-do. Y es que para que las cosas se desarmen basta mucho menos que un terremoto.
domingo, 11 de octubre de 2009
"La cancha está rayá"
Es bueno definir las lineas a respetar antes de sentir el error.
Yo no sé; puede que haya adaptado una forma de ser que no me correspondía, sin embargo ya estoy mejor. No quiero no querer, sin embargo fluye y funciona. Y es de lo mejor.
Recuerdo que luego de mucho tiempo de soledad me aburría el no querer. Es muy posible que si vuelvo algunos meses atrás logre encontrar textos donde lamentaba el no sentir, el no querer más de la cuenta y cosas por el estilo...
Sin embargo hoy, más que nunca, soy consciente del daño que me autoinflingí; caí en las mismas piedras de ayer, y me manché las rodillas con la misma tierra putrefacta marcada con la rabia de las veces que no me paré. Caminé por las mismas cuerdas frágiles, y sorteé impulsos ya muy bien conocidos.
No fué dificil caer.
Vuelvo al hoy; creo estar mejor. Incluso, creo que dejando de lado lo que (¿te?) evito, estoy casi normal. La cancha está rayada.
Yo no sé; puede que haya adaptado una forma de ser que no me correspondía, sin embargo ya estoy mejor. No quiero no querer, sin embargo fluye y funciona. Y es de lo mejor.
Recuerdo que luego de mucho tiempo de soledad me aburría el no querer. Es muy posible que si vuelvo algunos meses atrás logre encontrar textos donde lamentaba el no sentir, el no querer más de la cuenta y cosas por el estilo...
Sin embargo hoy, más que nunca, soy consciente del daño que me autoinflingí; caí en las mismas piedras de ayer, y me manché las rodillas con la misma tierra putrefacta marcada con la rabia de las veces que no me paré. Caminé por las mismas cuerdas frágiles, y sorteé impulsos ya muy bien conocidos.
No fué dificil caer.
Vuelvo al hoy; creo estar mejor. Incluso, creo que dejando de lado lo que (¿te?) evito, estoy casi normal. La cancha está rayada.
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