"No quiere ser simpático, quiere ser digno". A mi me daba risa escucharlo. Y siempre que lo veía en la calle tenía las manos en los bolsillos, y pateaba las piedras, como desquitandose por no ser quien le gustaría.
El otro día lo vi arriba de un árbol. Tenía un cordel amarrado en la frente; yo creo que se creía rambo. Le pregunté que onda, y me dijo una cosa del nido de amor o algo por el estilo. Yo no lo pesqué y me fuí.
Esa vez que apareció en la oficina con "la flor para el amor de su vida". No me reí en su cara, pero en algún momento lo hice. Creo que se la dejó a Clarita, la telefonista que hacía su práctica. Y ella, por cortesía (pensé en ese momento) la puso en un florero en el escritorio.
Pasaron unas semanas y la primavera ya estaba en pleno apogéo. Ahora no era una flor, sino un ramo de flores el que aguardaba temprano sobre el escritorio de Clarita. No los imaginaba juntos; a Clarita, tan sofisticada y a él tan... ¿diferente? No. Rústico diría yo.
Y cuando se cruzaban al entrar o salir se miraban de reojo los perlas, y en sus tiempos libres, cada uno por su cuenta, tarareaban la misma canción. Yo los veía casi con envidia, pero pensando la situación más me reía.
Tiempo despues lo volví a ver en el árbol. Tenía las manos con sangre y la camisa rajada y sucia. Estaba inquieto, meneando la cabeza de atrás hacia adelante en un ir y venir enfermizo. Le pregunté que le ocurría y me respondió gritando "Clarita me mintió, me dijo que iba y volvía, pero no vuelve... no vuelve..." y estalló en llanto. No supe que hacer. Dejé mi bolsón y me acerqué al árbol. Le dije que bajara y me dijo que no, que buscaba a Clarita. "No está ni estará allá" le grité, y me dijo "Callate, weon!, si no sabí" Y despues, más calmado, dijo "Clarita va a pasar por aquí al frente, esto seguro. Si yo sé pa donde va".
No entendí bien lo último, así que decidí seguir mi camino y dejar de intentar.
Cuando llegué al primer seméforo encontré a Clarita. Vestía de rojo la blusa blanca, salpicada de negro en algunas partes. En el estómago tenía las huellas de un neumático, en las manos le faltaban dedos y en los labios había una sonrisa eterna. Sus ojos estaban abiertos y brillantes, aún cuando el corazón ya no latía, y en ellos se reflejaban las luces de la ambulancia. Era raro verla así tan diferente; era como si la muerte le hubiese dado vida... claro que a cambio de dientes, dedos, y muchos litros de sangre.
Volví al árbol creyendo entender todo. Ya no estaba arriba. Lo busqué con la mirada, entonces lo ví: respiraba con mucho esfuerzo, tirado de espaldas en el piso y con los ojos apuntando al cielo. Por la postura deduje que se había caído del árbol. Me acerqué lento; tenía sangre en la boca. Sin embargo logré entender entre las gárgaras que acompañaron sus palabras algo como "Te sigo". Lo dijo hartas veces, hasta que no lo dijo más.
Clarita no terminó la practica con nosotros. Porque vivió, pero lejos. Creo que al otro año logró terminarla, eso sí, en otra empresa (Y eso a pesar de la oposición de su marido). Y en cuanto al Loco, no sé en realidad a quien seguía, pero al menos en su tumba nunca faltan flores; el marido de Clara se las devolvió todas, y aunque podridas, permanecieron ahí por siempre. Como si el amor en que se mantenían les brindara la vida, o simplemente por ser más durables por lo silvestres que eran.
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