jueves, 29 de septiembre de 2011

Yo no quería las cosas fueran como fueron, pero las cosas son y punto. Puedo decir, en mi defensa, que yo no entendía las cosas y me dedicaba a vivir sin más, acumulando todo lo residual y guardándolo en una parte donde todo quedaba bellamente acomodado. Pero de pronto todo se fue a la mierda, y no era mi culpa. Si era culpa del resto, del mundo, de quienes complicaban las cosas, de quienes se iban y de quienes llegaban. Porque ya nada calzaba, todo se desteñía, nada coincidía. El desorden no mata ni destruye, pero con el paso del tiempo termina enterrando todo en partes que se pierden y se entierran en otras partes que se pierden e, igualmente, se entierran.
Yo no tengo la culpa. Yo quería creer que podía crecer y ser alguna cosa buena. Yo quería ver el mundo de otra forma, desde arriba pero sin mirar para abajo. Pero la vida es compleja (no dificil: hay quienes son diestros en el arte del vivir sin tener ni conciencia de ello). Yo me reparto ahora entre las opciones que van quedando, y con el paso de los días me ahogo un tanto más. El agua no deja de subir, el aire no deja de correr [lejos]. "Hay que esperar", dice la gente. Hay que esperar porque las cosas mejoran solas, dicen también. Y yo no sé, o puede que me haya aburrido de esperar por nada.-

jueves, 22 de septiembre de 2011

Como ya he dicho, sea en la vida cotidiana, sea en el ámbito laboral, compartir con los demás no es mi ideal de vida. Tal vez sea una perogrullada, pero el mundo es lo que es porque en él hay gente de todo tipo. Los demás tienen sus valores y llevan una vida conforme a esos valores. Yo también tengo los míos y vivo conforme a ellos. Las diferencias generan pequeños roces cotidianos y, a veces, la combinación de varios de esos roces se transforma en un gran malentendido. Como consecuencia de ello, se reciben a veces críticas infundadas. Y es evidente que no es agradable que te malinterpreten o que te critiquen. Te puedes sentir profundamente herido. Es una experiencia muy dura.
Sin embargo, a medida que uno acumula años, poco a poco va adquiriendo conciencia de que esas heridas y esa dureza son, en cierta medida, necesarias para la vida. Si se piensa con detenimiento, es precisamente porque somos muy distintos unos de otros por lo que conseguimos ponernos en marcha y perdurar como seres independientes. En mi caso gracias a que todos somos muy distintos, puedo seguir escribiendo novelas. Puedo seguir escribiendo mis particulares historias porque, ante un mismo paisaje, capto aspectos distintos de los que captaría otra persona, y porque siento las cosas distintas o elijo palabras diferentes a las que otro sentiría o elegiría. Con eso se produce también una situación inusual, y es que un número nada despreciable de personas toma en sus manos esas historias y las lee. Que yo sea yo y no otra persona, es para mi uno de mis más preciados bienes. Las heridas incurables que reciba el corazón son las contraprestación natural que las personas tienen que pagar al mundo por su independencia.


De que hablo cuando hablo de Correr, Haruki Murakami.

domingo, 11 de septiembre de 2011

It's too dull to pause
And to remember the cause
It's just too dull to care
So we cue from another mirror