Yo no quería las cosas fueran como fueron, pero las cosas son y punto. Puedo decir, en mi defensa, que yo no entendía las cosas y me dedicaba a vivir sin más, acumulando todo lo residual y guardándolo en una parte donde todo quedaba bellamente acomodado. Pero de pronto todo se fue a la mierda, y no era mi culpa. Si era culpa del resto, del mundo, de quienes complicaban las cosas, de quienes se iban y de quienes llegaban. Porque ya nada calzaba, todo se desteñía, nada coincidía. El desorden no mata ni destruye, pero con el paso del tiempo termina enterrando todo en partes que se pierden y se entierran en otras partes que se pierden e, igualmente, se entierran.
Yo no tengo la culpa. Yo quería creer que podía crecer y ser alguna cosa buena. Yo quería ver el mundo de otra forma, desde arriba pero sin mirar para abajo. Pero la vida es compleja (no dificil: hay quienes son diestros en el arte del vivir sin tener ni conciencia de ello). Yo me reparto ahora entre las opciones que van quedando, y con el paso de los días me ahogo un tanto más. El agua no deja de subir, el aire no deja de correr [lejos]. "Hay que esperar", dice la gente. Hay que esperar porque las cosas mejoran solas, dicen también. Y yo no sé, o puede que me haya aburrido de esperar por nada.-
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