Después de un tiempo comienza a dar miedo darse nuevas oportunidades. Lo sé, y casi todos lo saben.
Yo no entiendo bien el ir y venir de las cosas; hay días que se me van de las manos y camino más de la cuenta en tramos inútiles sólo para tener algo más que hacer, pensar un poquito más en la arquitectura y la gente y sentir un poco menos. Otros días, en cambio, sólo tengo ganas de sentir un poco más. Y es una pena en verdad. Una pena, porque no es todos los días, porque a veces preferiría comer papas fritas antes de sonreír, o sonreír por comer papas fritas y nada más.
De un tiempo a esta parte me tengo miedo, porque quedarme duele y arrancar me hace mal. No tengo donde meterme cada vez que siento; todas las capas que protegen se van a la mierda y la exposición me asusta. Necesito sentir bien, sentir seguro. Y no se puede experimentar con uno, no se puede apostar tanto y abandonar la mesa antes de saber los resultados. Hay algo que está fallando, lo sé, y a ratos, en momentos de "iluminación", pienso en batallarlo, en llegar a alguna parte y quedarme ahí. Sé que algo así debe ser la solución; necesito raíces que me unan a algo, así como para de pronto creer en todo eso que perdió su veracidad hace un tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario