Y cuando ya no dices nada no tiene que ver con los hechos, acontecimientos, la vida. "No decir nada" y tratarlo como unidad funcional es el secreto. No decir nada y silencio, no decir nada y dejar pasar. Las horas consumirán de a poco lo que pudo ser la mejor leña.
No tienes idea de cuanto odio cierto silencio. De pronto todo es distancia que acepto y valoro, pero no por eso deja de doler. Tal vez tomar la distancia, consumirla y vivirla me devuelvan al centro. Respirar el aire del metro cuadrado. disfrutar de mis límites.
En cuanto a lo demás, resulta una pena. A veces prefiero asumir que la ausencia es un fenómeno necesario.
martes, 24 de enero de 2012
domingo, 15 de enero de 2012
Volver.
A cierta hora del día todo está en sepia. Caminar a esa hora es un verdadero agrado; ya no hace calor y muy posible corra algo de viento. Entonces no está mal darse una vuelta un poco más grande de lo habitual para volver a casa, e ir a buscar nuevamente aquello que evidentemente no se encontrará en 30 minutos de caminata por la ciudad. Pero ¿a quien le importa?
Así que camino por las calles de siempre y algunas de nunca; comienzo a observar y nutrirme. Pienso en la gente, en la calle, en la arquitectura y diseño, en las cosas de la vida y en la vida en sí. Casi como eslabones de una cadena que va de mal en peor, cada tema propone otro, y de pronto la gracia es preocupación, y la idea se convierte en problema y aflicción. Las calles son mapas que me sé de memoria; asocio personas, detalles y momentos a cada cuadra, a veces olores o canciones. Estructuro los recuerdos en base a recorridos de micro y los kioscos que aun venden 4 sunnys en $100; recorro con canciones que muchas veces no dicen nada hasta que suenan dentro con un eco terrible; los recuerdos, cual montañas, tiritan.
Avanzan las horas y las luces ya no son las mismas. Entonces la ciudad brilla con luces falsas, plásticas, blancas como ninguna real. Disfrazan los grises con luces de navidad, el olor a orina con las amarillentas luces de la vía pública, la calidez con velas de alguno que otro local que aun está en happy hour. Los miro a todos; son muchas vidas, que al mismo tiempo son configuraciones de elementos que suman o discriminan para formar un cúmulo de ideas y emociones que se sientan y comparten un pisco sour aislándose de la ciudad, encontrando calor en el otro, en la luz que ilumina la inestable mesa donde descansa una vela que no ilumina, sólo tiñe, y un pocillo con un poco de maní.
Tal vez es tarde y me estoy atrasando. Tal vez es hora de volver, pero aun no me llaman para regresar a casa y tampoco sé como hacerlo. El metro está a un paso, pero no sé como volver a casa, lo olvidé en alguna parte del recorrido, como todo, como siempre. No sé volver a casa, así que bajo aun más al centro de la ciudad, bajo aun más y más profundo, entonces ya es la hora de las niñas de vida "licenciosa", que saludan, ofrecen, gritan. Me da miedo, pero no lo voy a demostrar; saludaré mientras pienso que alguna vez podría resultar bueno escribir acerca de alguna experiencia así, cual aquí en vivo u otro programa de ese tipo. Entonces llego a un punto en que podría fácilmente detenerme, sentarme hasta el punto de hacer las ideas llorar, como quien se fuma un cigarro, pregunta la hora o simplemente encuentra un papel brillante en el suelo y no logra dilucidar si es un envoltorio de un dulce o de un condón.
Tomo la micro que corresponde en la calle que corresponde; intento dormir un poco pero no puedo; ya es tarde y nadie me ha llamado aun. No voy a leer porque tal vez sea para peor. No escucharé música porque ya es tiempo de volver, de salir a flote, de enrutarme directo a casa.
Entonces llego, saludo, como algo y prendo el compuntador. Me recuesto en la cama y pongo música; el ventilador del pc parece ronronear al mismo ritmo que mi gata. Converso y duermo alternadamente hasta que decido apagar el pc definitivamente: es hora de dormir.
Entonces apago todo, cierro todo, y me pregunto cuando será el momento de volver a casa, dónde fue que me perdí que no volví nunca más. Me pregunto por el norte, la ruta, el camino y otras dimensiones de las cosas. "Estoy como estancado", pienso. Abro la ventana, miro la luna y duermo con un rayo que parece partirme la cara en dos; una parte con los ojos y la otra sin nada.
Entonces apago todo, cierro todo, y me pregunto cuando será el momento de volver a casa, dónde fue que me perdí que no volví nunca más. Me pregunto por el norte, la ruta, el camino y otras dimensiones de las cosas. "Estoy como estancado", pienso. Abro la ventana, miro la luna y duermo con un rayo que parece partirme la cara en dos; una parte con los ojos y la otra sin nada.
miércoles, 11 de enero de 2012
Debería tirar piedras en un lago mientras escucho alguna radio local, comiendo natur o algo así, un día nublado. Debería hacerlo por horas. Agotar las piedras, el lago, el natur, las nubes. Agotarlo todo hasta que ya no quede nada, y me consuma el tiempo perdido y el que seguiré perdiendo así, porque es lo que hago y seguiré haciendo.
Agotar el Lago. Agotar el natur. Agotar algo y de paso agotar lo demás; lo que suponen como mundo y que para mi, a ratos, es una piedra en mi caja toráxica, justo en la parte central izquierda, encajándose donde más duele.
Agotar el Lago. Agotar el natur. Agotar algo y de paso agotar lo demás; lo que suponen como mundo y que para mi, a ratos, es una piedra en mi caja toráxica, justo en la parte central izquierda, encajándose donde más duele.
martes, 10 de enero de 2012
Unidireccionalidad
Un abrazo que no significa nada, que no llega, que se pierde entra mis poleras para quedar en eso. No sé qué pretendí.
lunes, 9 de enero de 2012
"Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitas a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormanta tu amor que no me sirve de puente, porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero. Claro que te curarás, porque vivís en la salud, después de mi será cualquier otro, eso se cambia como los corpiños. Tan triste oyendo al cínico Horacio que quiere un amor pasaporte, amor pasamontañas, amor llave, amor revólver, amor que le dé los mil ojos de Argos, la ubicuidad, el silencio desde donde la música es posible, la raíz desde donde se podría empezar a tejer una lengua. Y es tonto porque todo eso duerme un poco en vos, no habría más que sumergirte en un vaso de agua como una flor japonesa y poco a poco empezarían a brotar los pétalos coloreados, se hincharían las formas combadas, crecería la hermosura. Dadora de infinito, yo no sé tomar, perdoname. Me estás alcanzando una manzana y yo he dejado los dientes en la mesa de luz. Stop, ya está bien así.(...)"
lunes, 2 de enero de 2012
Tal vez hay demasiado por entender. Demasiado, y no hubo tiempo para conocer respuestas de nada; de un momento a otro aparecer en un escenario diferente, sabiendo lineas que conoces porque sí pero que aun así no te convencen.
Me gustaría jugar a la sinceridad, pero la verdad no la sé. Sólo siento presión; siento las ganas de nadar, de alejarme de todo por una temporada. No quiero perderme como antes; las sensaciones son nuevas y terribles: ya nada es un buen lugar, ya nada me espera. Las casualidades se agotan de pronto, y nadie entendería cuanto me duele eso. Quiero tener libertades que perdí: ya no leo, no veo, no escucho, y me limito a sobrellevar vidas pauteadas, que corresponden remotamente a lo que uno podría ser. Yo no sé que quiero, pero creo reconocer parcialmente lo que no quiero.
"Yo no quiero". Suena terrible. Suena a pendejo mal, suena a que desperté y se me ocurrió no querer por mero capricho. Suena como si en el fondo nada hiciera falta; más bien sobrara. Y no es eso; nunca será eso. "Yo no quiero" como negación parcial de lo que nos tocó. "Yo no quiero" y me voy; ¿Cuánto importa? ¿Cuánto falta? ¿Cuánto hay? ¿Cuánto se pierde?
¿Cuanto duele?
No sé explicar las cosas, y me gustaría elegirlo todo de golpe; reconfigurarlo y probar nuevas estructuras. Pero estoy hablando de la vida, no de un guión. La ficción no es más que un matiz; los datos duros, lo concreto, lo básico; eso es la vida misma. Yo soy ficción, soy matiz. Demasiado inconcreto, inconcluso e incompleto.
Vuelvo nuevamente a lamentarlo todo. Vuelvo con los vacíos y el drama común de ciertas temporadas. Puse todo de mi parte, pero hay algo que puede más que yo. Me desarma con facilidad, me pierde. No soy victima de nada más que de mi mismo; sin embargo, igualmente, sé que no soy la única víctima de todo cuanto pueda suceder a partir de ahora.
La pena invadirá la temporada.
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