Yo siempre quería que pasara. Que llegara el momento en que ya no hubiesen planes B.
Pero tengo miedo, porque sé que a 4 años o más de las últimas tormentas fuertes, estar solo es algo que me mata de miedo. Y uno va formando una imagen hermosa, configurándose como el amigo que siempre aparece con alguien más, que nunca anda solo sino que, aparentemente, bien acompañado.
Es delicado reconocerse así. Mirar bajo las seguridades de siempre y descubrir que siguen ahí, igual de vivas, todas las inseguridades, logrando que todo lo que se construya crezca fértil en apariencia sobre un pantano. Basta desequilibrar un poco la ecuación y el pantano colapsa.
Y pensé que ahora ya no estaba en tiempos de planes B. Que había crecido de alguna forma. Que había echado raíces. Pero al final no.
viernes, 20 de junio de 2014
lunes, 3 de febrero de 2014
Soy yo y vengo a escarbar
Estoy bien. Me gusta esta pseudo seguridad, que aun en el constante y precario equilibrio me hace sentir que los pasos que doy son menos en falso que muchos otros.
Relaciono este "estar bien" con la certeza del golpe cuando la caída es inminente eso sí. Uno se cura de espanto una vez y queda esperando lo peor para siempre; si no se acaba, algo pasa. Si no pasa nada, se acaba. Si no pasa ninguna, algo más estará pasando. El hilar fino se vuelve un sub-estilo de vida, supongo.
Por otra parte, estoy en un loop infinito con una canción relacionada directamente con quien inspiró gran parte de las entradas de esta suerte de diario de vida programado rigurosamente para (ojala) no ser encontrado nunca. Estoy obsesionado un poquito con sentir algo. Con escarbar en la herida para sacar algo nuevo en limpio; algo que me advierta, a modo de golpe de realidad o algo así, que la soledad siempre es inminente. Que es el centro. Mi centro al que irremediablemente tiendo yo y muchos más porque pucha, lo vamos a pensar mucho y lo vamos a pasar mal. Lo vamos a analizar y todos los análisis están pensados para enfriarlo todo.
Recuerdo el invierno del 2010 y se me apretan las ganas de escribir. El 2010; el año en que se contaminó todo.
Relaciono este "estar bien" con la certeza del golpe cuando la caída es inminente eso sí. Uno se cura de espanto una vez y queda esperando lo peor para siempre; si no se acaba, algo pasa. Si no pasa nada, se acaba. Si no pasa ninguna, algo más estará pasando. El hilar fino se vuelve un sub-estilo de vida, supongo.
Por otra parte, estoy en un loop infinito con una canción relacionada directamente con quien inspiró gran parte de las entradas de esta suerte de diario de vida programado rigurosamente para (ojala) no ser encontrado nunca. Estoy obsesionado un poquito con sentir algo. Con escarbar en la herida para sacar algo nuevo en limpio; algo que me advierta, a modo de golpe de realidad o algo así, que la soledad siempre es inminente. Que es el centro. Mi centro al que irremediablemente tiendo yo y muchos más porque pucha, lo vamos a pensar mucho y lo vamos a pasar mal. Lo vamos a analizar y todos los análisis están pensados para enfriarlo todo.
Recuerdo el invierno del 2010 y se me apretan las ganas de escribir. El 2010; el año en que se contaminó todo.
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