Hace mucho tiempo tomé de la biblioteca de mi colegio "Mala Onda" del chileno Alberto Fuguet. Y finalmente no hubo caso; no me enchufé nunca con la historia por completo, y terminé de leerlo tal como lo empecé; Esperando un poco más.
Pasó tiempo para un reencuentro como la gente.
"Las Películas de mi vida" parecía un título atractivo para mi cinefilia frustrada, y su reseña, igualmente, lo era.
Así fue como conocí a Beltrán Soler, un hombre hecho y derecho, de esos con carrera, con dinero para vivir, con cierto grado de fama y todo aquello por lo que uno podría luchar a diario (así como a veces yo lo hago). Sin embargo con el transcurso de la historia fuí descubriendo como se caía en cosas profundas; como fue que dejó atrás vida y familia, como fue que fue a parar al lugar donde se abandonó a un destino incierto. Como terminó refugiado en recuerdos de matiné de antaño y páginas de una vida en sepia. Me pregunté: ¿Como llegaste aquí, Beltrán? ¿Cuál fue la vuelta equivocada?
Pasó tiempo. Leí "Por favor, rebobinar". Algo parecido sucedió. Acá fueron muchos, muchos tipos, llenos de ego, llenos de triunfos fugaces que con el paso del tiempo se borraron del mapa. Fueron tipos abandonados. Tipos que eligieron mal y terminaronn sólos como nadie, que cayeron en lo vano, que subieron a lo alto para caer en una profundidad más honda que su mismo origen.
A veces Fuguet me da nostalgia. Me hace recordar una parte de mi que aún está por verse. Una parte que no fluye del todo pero que siento a diario, en cada respuesta, en cada intento por hacer el día mejor, por ser mejor.
Ahora tengo frente a mi "Tinta Roja". Llevo 50 páginas como mucho. Esta vez es el turno de un escritor, periodísta y escritor. Vive sólo, con un montón de memorias, una promesa y mil fracasos. Me cuenta de la nostalgia, pero muy implicitamente. Me cuenta de su trayectoria para llegar a la nada, y de como se transformó de promesa a fracasado.
A veces Fuguet me da miedo.
Sin embargo no puedo evitar pensar que mi vida podría haber sido parte del plan de Fuguet. Y en el fondo, más que darme miedo, me aterra.
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