Mirar al cielo constantemente para asegurarse de no encontrar nada que no quiera ser visto en el camino, y hacer quite felizmente a aquello que se reconoce como tiempo perdido. Y duele, duele hacer el quite a aquello que fue el camino en su momento; duele hacerse la idea de que todo de pronto se tornó diferente.
Soy un pobre weon. Parece que no quemo etapas, que me estanqué en un punto sin tiempo, y lo que llamo vida no es más que la inercia de todo lo que pasó. El mundo se detuvo y yo lo noté, pero no quiero aceptarlo, no quiero reconocerlo como tal porque en cuanto eso pase no quedará nada. Es como tener la idea de que si el mundo deja de girar, puedo girar yo y seguir viendo todo igual, todo perfecto, todo oscilando desde aquel centro que se debate entre el Saber y el Sentir.
Soy un pobre weon porque no puedo dejar de pensar en lo intrascendente, porque no me atrevo a mirar a los ojos otra vez, no me atrevo a volver a mi lugar ni a mi mismo por miedo de sentir nuevamente como todo el mundo se deshizo. Simplemente no quiero saberlo.
Uno no puede vivir del pasado, pero cada cierto tiempo es rico recordar que alguna vez sucedieron cosas buenas. Mi abuelo estaba vivo, y nunca lo iba a ver. Cuando iba, comía mucho y le manoseaba los celulares. Mi abuela reía más con nosotros y cocinaba pollo al horno.
Nunca le llevé una polola a mi abuelo. Nunca supo nada. Tampoco volvió a comer las tostadas que mi abuela le había preparado para el regreso desde copiapó, y la leche se convirtió en nata a eso de las 9 y media cuando ya era demasiado tarde para que volviera.
Es raro que justo esta noche vuelvan estas cosas. Recuerdo que el día que eso pasó quería sentirme acompañado. Y llamé a alguien. Llamé a alguien y en teoría no estaba más solo. Pero en verdad ¿estuvimos juntos ese día? ¿estuviste realmente conmigo? ¿Llegué a estar contigo? Imagino de pronto que nuestros mundos estaban siempre separados; eramos dos peces en peceras completamente diferentes. Y yo te vi desde acá y te quise, y te quise mucho, pero nunca te llegué a tocar.
Me pregunto cosas una y otra vez. Es terrible pensar que todo falló de un momento a otro; una ecuación que a mitad del ejercicio pierde el norte y el rumbo; todo está mal, nada calza. Me desencajé del mundo que conocía; me arrojé al encuadre de una película cuyo contenido vendría siento la crisis del sujeto en la postmodernidad, con una historia que no se entiende, que se ausenta a ratos incluso, llevándonos a la conclusión de que en el fondo todo lo que ocurre sólo ocurre para que el sujeto logre mirar, intentar entender y perderse un poco más.
jueves, 31 de marzo de 2011
lunes, 28 de marzo de 2011
Consumirse
Debe existir alguna fórmula para no dejar que un buen recuerdo se pudra. Cómo sea, ya nada tiene el correcto sentido; nunca será lo mismo porque así son las cosas. Y es mejor, siempre es mejor. Todo es para mejor.
Y al final cada decisión nos lleva a donde debemos estar, cierto, sí, muy cierto; tal vez ambos debamos caer a nuestra respectiva manera.
Yo no debería aterrarme, pero imagino que todo eco puede ser una avalancha.
Y al final cada decisión nos lleva a donde debemos estar, cierto, sí, muy cierto; tal vez ambos debamos caer a nuestra respectiva manera.
Yo no debería aterrarme, pero imagino que todo eco puede ser una avalancha.
jueves, 24 de marzo de 2011
Recuperación
Yo escribía de la vida. Más que eso, del día a día.
En su momento pasó mucho; tal vez un crecimiento exponencial de la vida personal me hizo mirar las cosas desde un sólo ángulo y de pronto escribí sólo lo que la vida fue en esos momentos. Y siempre, siempre, tenía que ver con el querer mucho y todo lo que conlleva (alegrías, penas, imágenes, cafés, metros, perfumes).
Creo que abusé de eso. Abusé de lo que tenía dentro; estrujar el tacto, el olfato, los colores y tiempos para componer una fotografía lo menos difusa de lo que significaba cada momento, algo así como un ayuda memoria con una doble función: una era recordarlo yo. Otra, muy distinta, era que lo recordara así mismo alguien más {uno tiende a ser idealista}.
Dicen que los mejores escritos salen de la médula de las emociones, pero mi vida no es fome y aun parece estar estancada; tapón medular o algo así. Y parece ser que por más imágenes que capture a diario estas no llegan a salir, y un parque de pronto se transforma en pasto, árbol, gente y banca.
En alguna parte, estoy seguro, debe ser que ese parque no es parque. Es viento, es sonreir, es hojas que, día tras día, se tiñen de café, y que a su vez es el tiempo que pasa deteniéndose en ese lugar donde santiago se hace a un lado.
Hay que rescatar las imágenes; hay que volver a interpretar el mundo. Las calles ya no son las mismas. Providencia, Ñuñoa, Lastarria, Bandera, Bellavista, Pedro de Valdivia, Alameda, Santa Lucía, Parque O'higgins. Las estaciones tal vez tengan que ver con la erradicación del todo; los recuerdos caducan así como las hojas.
Tengo que perder el miedo. Tengo que sentir y escribir. Tengo que salir a la calle y mirarla como nueva. Pronto el viento se llevará las hojas secas; hay que pisarlas, hay que sentirlas crujir, hay que dejarlas partir.
En su momento pasó mucho; tal vez un crecimiento exponencial de la vida personal me hizo mirar las cosas desde un sólo ángulo y de pronto escribí sólo lo que la vida fue en esos momentos. Y siempre, siempre, tenía que ver con el querer mucho y todo lo que conlleva (alegrías, penas, imágenes, cafés, metros, perfumes).
Creo que abusé de eso. Abusé de lo que tenía dentro; estrujar el tacto, el olfato, los colores y tiempos para componer una fotografía lo menos difusa de lo que significaba cada momento, algo así como un ayuda memoria con una doble función: una era recordarlo yo. Otra, muy distinta, era que lo recordara así mismo alguien más {uno tiende a ser idealista}.
Dicen que los mejores escritos salen de la médula de las emociones, pero mi vida no es fome y aun parece estar estancada; tapón medular o algo así. Y parece ser que por más imágenes que capture a diario estas no llegan a salir, y un parque de pronto se transforma en pasto, árbol, gente y banca.
En alguna parte, estoy seguro, debe ser que ese parque no es parque. Es viento, es sonreir, es hojas que, día tras día, se tiñen de café, y que a su vez es el tiempo que pasa deteniéndose en ese lugar donde santiago se hace a un lado.
Hay que rescatar las imágenes; hay que volver a interpretar el mundo. Las calles ya no son las mismas. Providencia, Ñuñoa, Lastarria, Bandera, Bellavista, Pedro de Valdivia, Alameda, Santa Lucía, Parque O'higgins. Las estaciones tal vez tengan que ver con la erradicación del todo; los recuerdos caducan así como las hojas.
Tengo que perder el miedo. Tengo que sentir y escribir. Tengo que salir a la calle y mirarla como nueva. Pronto el viento se llevará las hojas secas; hay que pisarlas, hay que sentirlas crujir, hay que dejarlas partir.
miércoles, 23 de marzo de 2011
domingo, 20 de marzo de 2011
Y justamente hoy, a esta hora, buscando trozos de otros tiempos, encontrar aquello que duele. Y no puede sonar otra cosa que no sea Javiera Mena, y no puede ser otro lugar más terrible, con una mirada terrible al piso en diagonal, con la ropa de siempre, con la angustia de siempre.
De pronto el peso vuelve, las nubes vuelven. De pronto la boca del estómago... De pronto debería dejar estos vicios; de pronto tal vez borrar de un disco duro ayude a borrar las otras huellas que quedaron por ahí.
De pronto el peso vuelve, las nubes vuelven. De pronto la boca del estómago... De pronto debería dejar estos vicios; de pronto tal vez borrar de un disco duro ayude a borrar las otras huellas que quedaron por ahí.
Respeto
No puedo pasar por sobre las decisiones de la gente. Aunque me duela, no puedo hacerme el weón por la vida y vivir dañando.
sábado, 19 de marzo de 2011
jueves, 17 de marzo de 2011
martes, 8 de marzo de 2011
Una sonrisa imprevista, un beso robado, la canción precisa. A veces el mundo se arregla por un minuto; a veces mi mundo parece responder al universo.
Ya no me pierdo tanto. Ya no camino tanto sin rumbo. Ahora vuelvo a casa y entiendo las cosas de otra forma, y sonrío, y descanso sabiendo que no dejará de estar ahí la sonrisa que me dejó la última vez; y si de sonrisas lindas hablamos, siempre es un hasta pronto.
El mundo se hace más difícil cada día, es cierto. La edad, la vida, el tiempo, el viento, la furia. Todo empuja al borde, todo acelera contra el muro. Pero de pronto somos dos contra el viento, dos que se iluminan con el ir y venir de las luces de los automóviles. Un reflejo en tus lentes termina descubriendo tus ojos que miran el camino; yo miro de reojo tus rasgos para retenerlos en alguna parte. Por un rato no importa el camino; tu mano me guía; voy contigo a alguna parte. Y sonrío.
Ya no me pierdo tanto. Ya no camino tanto sin rumbo. Ahora vuelvo a casa y entiendo las cosas de otra forma, y sonrío, y descanso sabiendo que no dejará de estar ahí la sonrisa que me dejó la última vez; y si de sonrisas lindas hablamos, siempre es un hasta pronto.
El mundo se hace más difícil cada día, es cierto. La edad, la vida, el tiempo, el viento, la furia. Todo empuja al borde, todo acelera contra el muro. Pero de pronto somos dos contra el viento, dos que se iluminan con el ir y venir de las luces de los automóviles. Un reflejo en tus lentes termina descubriendo tus ojos que miran el camino; yo miro de reojo tus rasgos para retenerlos en alguna parte. Por un rato no importa el camino; tu mano me guía; voy contigo a alguna parte. Y sonrío.
miércoles, 2 de marzo de 2011
Suscribirse a:
Entradas (Atom)