jueves, 31 de marzo de 2011

Mirar al cielo constantemente para asegurarse de no encontrar nada que no quiera ser visto en el camino, y hacer quite felizmente a aquello que se reconoce como tiempo perdido. Y duele, duele hacer el quite a aquello que fue el camino en su momento; duele hacerse la idea de que todo de pronto se tornó diferente.

Soy un pobre weon. Parece que no quemo etapas, que me estanqué en un punto sin tiempo, y lo que llamo vida no es más que la inercia de todo lo que pasó. El mundo se detuvo y yo lo noté, pero no quiero aceptarlo, no quiero reconocerlo como tal porque en cuanto eso pase no quedará nada. Es como tener la idea de que si el mundo deja de girar, puedo girar yo y seguir viendo todo igual, todo perfecto, todo oscilando desde aquel centro que se debate entre el Saber y el Sentir.

Soy un pobre weon porque no puedo dejar de pensar en lo intrascendente, porque no me atrevo a mirar a los ojos otra vez, no me atrevo a volver a mi lugar ni a mi mismo por miedo de sentir nuevamente como todo el mundo se deshizo. Simplemente no quiero saberlo.

Uno no puede vivir del pasado, pero cada cierto tiempo es rico recordar que alguna vez sucedieron cosas buenas. Mi abuelo estaba vivo, y nunca lo iba a ver. Cuando iba, comía mucho y le manoseaba los celulares. Mi abuela reía más con nosotros y cocinaba pollo al horno.
Nunca le llevé una polola a mi abuelo. Nunca supo nada. Tampoco volvió a comer las tostadas que mi abuela le había preparado para el regreso desde copiapó, y la leche se convirtió en nata a eso de las 9 y media cuando ya era demasiado tarde para que volviera.

Es raro que justo esta noche vuelvan estas cosas. Recuerdo que el día que eso pasó quería sentirme acompañado. Y llamé a alguien. Llamé a alguien y en teoría no estaba más solo. Pero en verdad ¿estuvimos juntos ese día? ¿estuviste realmente conmigo? ¿Llegué a estar contigo? Imagino de pronto que nuestros mundos estaban siempre separados; eramos dos peces en peceras completamente diferentes. Y yo te vi desde acá y te quise, y te quise mucho, pero nunca te llegué a tocar.

Me pregunto cosas una y otra vez. Es terrible pensar que todo falló de un momento a otro; una ecuación que a mitad del ejercicio pierde el norte y el rumbo; todo está mal, nada calza. Me desencajé del mundo que conocía; me arrojé al encuadre de una película cuyo contenido vendría siento la crisis del sujeto en la postmodernidad, con una historia que no se entiende, que se ausenta a ratos incluso, llevándonos a la conclusión de que en el fondo todo lo que ocurre sólo ocurre para que el sujeto logre mirar, intentar entender y perderse un poco más.

No hay comentarios: