sábado, 16 de julio de 2011

16-7

"Yo sé que le quiero como a nadie porque a él le aguantaría todo".
Tuve una conversación hoy con la amiga de una amiga y terminó una historia con algo así. Sé que no es eso precisamente, me consta, pero en el fondo el sentido es ese.
Aun cuando esta noche fue diferente a todas mis noches, fue perfecta. Me gusta la lluvia, el mar y la compañía. Comí bien, bebí lo justo y necesario y bailé. Es extraña esta sensación; ausencia de tensión capitalina tal vez. Ya no tengo que volver a casa con un largo viaje, ya no tengo nada que esquivar ni recordar. Pero sé que no es eso.
Ella, la amiga de mi amiga, bailaba cuando él llegó. Se saludaron y todo siguió normal. Bailaron ambos por su cuenta; bebieron por su cuenta, rieron por su cuenta. Ella estaba casi ciega por cosas de la vida; por momentos como que preguntaba que era precisamente lo que pasaba a la distancia...
Al final de la fiesta, ella se despidió de él. Le dio un abrazo y un beso en la mejilla para luego dirigirse a la puerta. Algo comentó, no recuerdo o no escuché que, pero pronto volvió a la pista de baile. Lo tomó, le dijo algo, le dio un sutil beso y volvió con nosotros para dejar el local.
"Lo corroboré" dijo al llegar al auto: "Aun hay mariposas".

No sé si eso fue lo bonito de la noche. No ocurrió tanto, pero es suficiente. Soy feliz de una forma bonita; quiero que todos estén bien, aun la gente que ya no está a mi lado. Nunca he sido de desear mal a nadie, y esta noche me siento feliz por ello; me siento liviano.

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