domingo, 3 de julio de 2011

Acaba de sonar una bala en alguna parte, pero nadie escucha una bala a estas horas. Las balas de las 5:13 son bidireccionales; hay origen, hay destino y nadie más.
Me acordé automáticamente de un texto que leí alguna vez, que hablaba de que el fin de semana nadie le hacía el quite a una bala; en el fondo todos buscan un disparo, o bien, disparar. El fin de semana da para mucho, pero hoy me voy a limitar a escribir, porque no sé que cresta sucede y es mejor dejar que el mundo avance, no detenerlo así como así.
Me siento profundamente joven; aun más de lo que me gustaría. Pero esta noche cargo con el peso terrible de sentir que se llevaron lo mejor de mi; que ya nada va a ser igual aun cuando me esfuerce por ello. El problema es que estoy concibiendo la vida de manera acotada; mi vida no llega a ser tal, sino más bien un conjunto de fragmentos que se sincronizan para hacerme respirar. Un montón de momentos ordenados; un test de lo que podría haber sido otro día, en otra vida, en otro lugar. Y el  punto clave en esta situación es que siento que si todo lo vivido ya ha sido el fragmento que me tocaba, es una real pena. Es una real pena, porque noches como esta me matan las ganas de volver a querer como antes.
Es una pena verse envuelto en situaciones que ameriten un melodramático "yo no merezco esto". Es una pena, porque al final realmente uno está seguro de no merecerlo; yo hacía las cosas bien, cumplía y quería. ¿Qué de todo fue lo que no hice?
Me asaltó la duda hoy, en un momento cualquiera, acerca de lo que sucede cuando dos personas solitarias se encuentran; ¿Se acompañan realmente?
La juventud se me va de las manos; no tengo idea de nada...

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