Como ya he dicho, sea en la vida cotidiana, sea en el ámbito laboral, compartir con los demás no es mi ideal de vida. Tal vez sea una perogrullada, pero el mundo es lo que es porque en él hay gente de todo tipo. Los demás tienen sus valores y llevan una vida conforme a esos valores. Yo también tengo los míos y vivo conforme a ellos. Las diferencias generan pequeños roces cotidianos y, a veces, la combinación de varios de esos roces se transforma en un gran malentendido. Como consecuencia de ello, se reciben a veces críticas infundadas. Y es evidente que no es agradable que te malinterpreten o que te critiquen. Te puedes sentir profundamente herido. Es una experiencia muy dura.
Sin embargo, a medida que uno acumula años, poco a poco va adquiriendo conciencia de que esas heridas y esa dureza son, en cierta medida, necesarias para la vida. Si se piensa con detenimiento, es precisamente porque somos muy distintos unos de otros por lo que conseguimos ponernos en marcha y perdurar como seres independientes. En mi caso gracias a que todos somos muy distintos, puedo seguir escribiendo novelas. Puedo seguir escribiendo mis particulares historias porque, ante un mismo paisaje, capto aspectos distintos de los que captaría otra persona, y porque siento las cosas distintas o elijo palabras diferentes a las que otro sentiría o elegiría. Con eso se produce también una situación inusual, y es que un número nada despreciable de personas toma en sus manos esas historias y las lee. Que yo sea yo y no otra persona, es para mi uno de mis más preciados bienes. Las heridas incurables que reciba el corazón son las contraprestación natural que las personas tienen que pagar al mundo por su independencia.
De que hablo cuando hablo de Correr, Haruki Murakami.
1 comentario:
Las heridas son aprendizajes?
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