sábado, 26 de noviembre de 2011

Matizando la situación actual...

No sé donde está el nudo de todo esto; parece que algo se trabó, qué se yo...
Quisiera siempre tener explicaciones, pero me quedo en el trámite de resolver todo aquello que no comprendo (muchas veces sin éxito).

No quiero asustar a nadie cuando digo que tengo miedo. No quiero asustar porque hasta yo desconozco los orígenes o fines de estas sensaciones que me ganan de a poquito, que superan la confianza y la estabilidad que uno quiere lograr por la vida en general.

Estoy intranquilo y no sé por qué. Me faltan costumbres que debería comenzar a asumir prontamente; quiero de verdad poner de mi parte en cuanto pueda para ser mejor en lo que me gusta, en lo que soy y lo que planeo ser y hacer, pero me cuesta trabajo. Mucho trabajo.

Tal vez es un cansancio extraño que no tiene que ver con el hacer o no hacer el quehacer. Tal vez no se relacione de ninguna forma con el caminar, correr o subir y bajar escaleras. Tal vez es sólo el paso del tiempo en vano; el agotarse de estar constantemente agotándose. Es curioso saber que se vive de tan pocas cosas que fácil llegan y aún así cansarse. Cansarse de qué, por la chucha. Rabia. Eso pasa. Rabia y miedo. Luego me ahogo, luego duermo. No sé.

Tal vez debería leer más ficción. Tal vez debería proyectar más. Creer. Tener fé en alguna cosa, lo que sea. Creer. Nada más que eso.

viernes, 18 de noviembre de 2011

La gente ciega

Hablan de no saber lo que tienen cuando nunca han hecho ningún esfuerzo por hacerlo. Pasan más tiempo criticando que deduciendo cuanto hay en el fondo. Leen entre líneas y no leen aquello que uno expone de sí mismo.
Dicen que no saben, que los cambios me deterioraron. Yo lo sé; me apena mucho pero me consta. Es mi costo por intentar crecer; nunca he tenido la intención de hacer mal ni a mi ni a nadie más. Pero sólo ven el daño; sólo ven efectos y critican; rompen, calan, destruyen un poquito, poco a poco. Cuando fallo, en el fondo, no he querido y me ha dolido.
Son como los padres que le dicen a sus hijos que si se caen los castigarán. ¿Caerse no es ya castigo? El padre debe levantar, supongo.
Asumen que uno opta por lo fácil. Que uno quiere perderse paso a paso en aquello sin fondo ni forma; que no hay premeditación, que no hay dolores ni ganas de nada. Se olvidan que uno no es programable; me equivoco constante y lamentablemente. Me equivoco y lo seguiré haciendo, porque es normal, natural y terriblemente necesario.

Yo no me casé a los 16 ni a los 20. No he pensado en hacer familia. No pretendo y posiblemente tampoco podría hacerlo bien. Mi vida es otra, otra que lamentablemente no han sabido conocer. Nunca les he escondido nada, pero tampoco han sabido preguntar. Me apena que no sean capaz de abrir los ojos y el corazón; se trata de ser realistas y conscientes. Todos fuimos, somos o seremos jóvenes en algún momento. Tal vez el mundo funciona con políticas, religiones, divisiones socioeconómicas o por género. Tal vez la discriminación en la calle es pan de cada día por pensar diferente, por creer en otra cosa o simplemente creer en nada. Pero uno lo menos que espera es un abrazo que haga entender que, después de todo, el cariño es lo primero.

Eso es lo que duele. Ya no sé con quien estoy hablando mientras ellos no saben de qué hablar.

El futuro

Respiro miedo al futuro de formas distintas, complejas y terribles. Las causas de las soledades se matizan con lo que tengo y lo que soy, y es terrible sentirse tan escaso frente a todo; tan vulnerable siempre y con tan poca estabilidad.
Tal vez consciente de esta inestabilidad es que comienzo a buscar dónde afirmarme para disminuir la velocidad. Consciente de que no puedo hacer las cosas así como así es que me ordeno. Tal vez partir relativamente de nuevo. Se acaba el juego, comienza la vida de verdad. Crecer un poquito para ser más fuerte y sabio para el futuro; un arma de doble filo: sólo se crece en dirección al futuro.  Tengo miedo de la poca estabilidad; tal vez por eso escribo, como quien busca concretar algo. Tal vez por eso tanta foto, como quien busca cristalizarlo todo. Tal vez por eso abrazo tanto, como quien quiere atarse con los brazos.
Le tengo miedo al pasado, pero siempre en función del futuro; establezco precarios límites, funcionales pero frágiles, que separan memoria de vida y proyección. Yo sé lo que quise y no quiero hoy. No quiero quererlo mañana. Es complejo comprender como funciona la mente humana; tal vez podría eventualmente haber escogido no ser humano y ser complejo de otras formas. Curiosas ideas que fluyen en el trasnoche, no sé.
No quiero que nada malo vuelva. Quiero dejar pasado atrás; aprenderlo, documentarlo, matarlo. No más.
No quiero que nada malo pase. Quiero que el futuro llegue lento y seguro.
No quiero que las cosas pierdan sus límites.

Una noche más con miedo. Dormiré para que todo se arregle un rato.

martes, 15 de noviembre de 2011

Pesos y Pasos.

Uno como buen cristiano debe agradecer todo en la vida. Yo no sé hasta que punto me sienta tan cristiano, así que bueno, puedo darme ciertas libertades y partir rebelándome contra aquellas cosas que tal vez no quiero agradecer, como por ejemplo, los duros golpes que me enseñaron las cosas que sé; no fue que el golpe doliera lo que dolió, sino que pararme costó lo que costó y quizá cuanto más.
Si pudiese decir cosas fugazmente, diría que me hace feliz sentir que crezco. Que me gusta reconocerme detalles que preferí obviar porque no eran lo que yo imaginaba de mi; es difícil explicar esto, pero a ratos me sentí una proyección de alguien más. Ahora no. Nada me une a los recuerdos, y las memorias (que quedan) se quedan ahí y no salen más. Ya no hay caminatas de tarde en tarde que me llenen la cabeza de vacíos insatisfechos y penas redundantes. De a poco las calles toman color y cariño por cuanto alojan; ahora las vitrinas me gustan, así como el sonido de los adoquines sueltos al pisarlos y los perros que descansan donde los pille la flojera.
No quiero referirme a nadie en particular. Sé, me consta, que quien deba leer esto lo leerá y sabrá remotamente a qué me refiero. Se trata de volver a relacionarme con el suelo y el cielo en un equilibrio mejor. Volver a dejar un resto de vida para el futuro y disolver de a poquito la idea de que el presente lo es todo; más control, menos caos, más cuidado. Aprender a llorar de nuevo, darme permiso de sentir o no sentir. Reírme de idioteces y perder la vergüenza a mis ideas y tonteras.
Sé que era necesario un golpe duro para aprender a vivir mejor. Y, como dije anteriormente, son cosas que uno debe agradecer. Pero no voy a agradecer nunca la pena, la soledad y la ansiedad, mucho menos todo lo que provocaron en mi. Ahora que lo sé es tiempo de aprender a caminar dando pasos más seguros; reconocer origen, destinos y la dialéctica bonita que existe entre los pesos de cada paso.

"Entre la Maga y yo crece un cañaveral de
palabras, apenas nos separan unas horas y unas cuadras y ya mi pena se llama
pena, mi amor se llama mi amor... Cada vez iré sintiendo menos y recordando
más, pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario
de caras y días y perfumes que vuelven como los verbos y los adjetivos en el
discurso, adelantándose solapados a la cosa en sí, al presente puro,
entristeciéndonos o aleccionándonos vicariamente hasta que el propio ser se
vuelve vicario, la cara que mira hacia atrás abre grandes los ojos, la verdadera
cara se borra poco a poco como en las viejas fotos y Jano es de golpe cualquiera
de nosotros. (...)  Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está nadando en el aire,
girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor
con el impulso. Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los
busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. Y no lo sabe,
igualita a la golondrina. No necesita saber como yo, puede vivir en el desorden
sin que ninguna conciencia de orden la retenga. Ese desorden que es su orden
misterioso, esa bohemia del cuerpo y el alma que le abre de par en par las

verdaderas puertas. Su vida no es desorden más que para mí, enterrado en
prejuicios que desprecio y respeto al mismo tiempo. Yo, condenado a ser
absuelto irremediablemente por la Maga que me juzga sin saberlo. Ah, dejame
entrar, dejame ver algún día como ven tus ojos."