Una pasión rara por una metafísica aplastante. Dar pasos al azar y retroceder unos cuantos; la vida trazándose como un dibujo; como un tejido circular arrítmico marcado por la tendencia del ir y venir.
Parece que al final la mente lo destruye todo, ¿saben? Los recuerdos, tejidos frágiles, se van deshilachando. Y tal vez disfruto un poco de eso; del placer de tomar la hebra y comenzar delicadamente a tirarla. Ver los puntos deshacerse, uno, dos, tres, disfrutar el instante preciso en el que la casa sobre la montaña, esa que tiene el árbol a un costado y el río al otro, comienza a deshacerse. Cinco, seis, la historia hecha una madeja que se enreda; ahora darse el tiempo de desenredar de nuevo y dejar la materia dispuesta para construir algo coherente, un nuevo orden lógico al color destejido.
Sospecho que lo más terrible de todo es la flojera vital que me da el tejer de nuevo. El hacer con la conciencia del futuro incierto y/o terrible del tejido. Disfruto el deshacerlo todo; la sensación de la nueva novedad proyectada en una nueva madeja lista para dar vida.
No sé si se entiende, es terrible.
1 comentario:
Me supera esta metáfora, es verdad de la vida literariamente bien escrita.
Y yo pensando una tontera, en el punto atroz.
Abrazo!
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