La necesidad absurda de acercarse y ofrecerle una pizza para llenar un vacío incómodo que poco tiene que ver con la digestión de las cosas. Avanzar tres pasos y retroceder de golpe; no tiene lógica. Nada tiene lógica. Por qué una pizza? Por qué él? Por qué el vacío?
Faltan preguntas. Faltan muchas preguntas y las respuestas se están estancando en alguna parte de la volátil memoria que lo compone todo a estas alturas. A veces, ciertos días, recuerda que las cosas son cíclicas; asume que es la temporada y que pronto las cosas serán diferentes. Pero eso, lamentablemente, es sólo a veces. Por lo general, la vida se torna insípida, y ese desazón se transforma en el más amargo de los sabores. Hay días en que quiere creer y se esfuerza en ello. Y se nota; se nota que sonríe más, y que tal vez sí puso atención en los colores de la ropa, en el perfume, en la forma de acomodarse el pantalón con los zapatos o zapatillas. Pero hay tanta fragilidad dentro, tanta, que no importa cuanto construya; bastará con que un azaroso clima escriba en su memoria que no todo marcha bien para que el delicado mapa que traza cada tarde se borre. Entonces se pierde, y santiago es una ciudad de mierda jodidamente grande y aplastante; comenzará a correr en círculos, y podrá llegar a su casa, dormir y volver a despertar aun en círculos, porque ya no hay norte, no hay un paraqué ni un porqué. Nada se va a la mierda ya porque todo va a ninguna parte.
Faltan cables a tierra, faltan raíces fuertes de una vez por todas; raíces que al menos contengan esas ganas terribles de abrazar a quien se le cruce y pedirle que, por un segundo, olvide que son completos desconocidos.
1 comentario:
Ya me encontraré contigo...
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