miércoles, 11 de agosto de 2010

Para un once

Imagino que debe ser siempre así en estas situaciones; como que uno queda con esa tendencia a recordar canciones, lugares y formas comunes (de comunidad, de tu y yo, de ese sentido de común). Yo pensaba que de verdad no importaban muchas cosas mientras fuéramos dos; ¿habré dejado mucho al azar o destino? ¿Demasiado juego de pestañas y poca determinación?

Uno queda con la tendencia a recordar esas cosas, esas sensaciones. El olor del perfume en mis manos o en mi ropa, el sabor de la boca en la mañana, los lugares comunes, el tacto... Debería recordar la cancha que rayamos, el momento preciso en que decidimos alejarnos, pero siento que si traspaso la barrera de los recuerdos no puedo evitar que me invada una buena sensación que de pronto se transforma en ansiedad al ver mis brazos vacíos.

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