Necesito que me quieran lo suficiente como para levantarme, sostenerme y curarme.
es una pena casi todo...
lunes, 27 de junio de 2011
La constelación de las cosas que a nadie le importa.
No hay más kilómetros por pretender. La suerte está echada; yo me perdí, e independiente del camino que siga lo que resta es sólo relleno.
Quiero creer que todo es bueno. Quiero creer que la vida entregará un sentido, pero me volqué en lo que soy ahora, y estoy en la calle. Es de noche, hace frío y todo es perfecto. Esquivar peligros aparentes y ver el mundo desde otro ángulo; ese donde no hay nadie, sólo yo. Con suerte sonará una alarma. Con suerte sonará una carcajada muy a lo lejos. Nada más.
La noche ya no me sorprenderá. No hay vuelta.
Esa es la terrible constancia de que me perdí; veo cada amanecer con ojos diferentes, y duermo, y despierto, y el mundo es una resaca que me da miedo enfrentar.
viernes, 24 de junio de 2011
martes, 21 de junio de 2011
Ojala se mueran las esperanzas y se imponga la realidad. Eso pienso ahora. Y tal vez eliminar la cobardía no sea tomar el teléfono y llamar, por el contrario, es no dar espacio a la posibilidad. Al final el corazón es uno; no hay alma ni razón que cambie las formas de comprender la vida misma. Y yo siempre seré un rival, el peor, el malo, el reflejo de un mundo terrible por conocer.
miércoles, 15 de junio de 2011
Tengo a mi lado un libro de Ray Loriga, que no quiero abrir en este momento porque sé que encontraré contenido citable, que evidentemente me hará mierda.
Estoy decepcionado de tantas cosas, desencantado y todas las volás parecidas. Me desmotivo con facilidad. Ojala otras cosas fuesen tan fáciles como desmotivarme. Ojala.
Estoy decepcionado de tantas cosas, desencantado y todas las volás parecidas. Me desmotivo con facilidad. Ojala otras cosas fuesen tan fáciles como desmotivarme. Ojala.
Estoy cada vez más lejos; debería cortar todos los hilos; caer en alguna parte y volver a despegar.
martes, 14 de junio de 2011
Tengo miedo de lo que vaya a suceder. Es una webá tan terrible esto de salir de tu casa a conciencia de que vas a perderte.
A veces supongo que el frío ayuda a que las cosas bajen sus revoluciones, y a que las calles vayan en cámara lenta aunque uno quiera correrlas. Las noches suelen ser frías y largas en otoño-invierno; dan para tanto recorrido, tanta vuelta, tanto destino. Constantemente me pregunto si volverán las noches normales, en que no me interrumpan la fiesta preguntando si creo en el amor, o interceptándome en un puente con una historia triste y una botella de Vodka. Me gustaban las luces, recuerdo, porque tenían mucho que iluminar. Hoy da lo mismo todo; no todo todo en verdad, pero la mayoría de las cosas. Y tengo tanto, tanto miedo, de chocar con la realidad. Sé que de día tengo mucho que hacer; estoy consciente de que las cosas nunca llegarán de día porque de día todo es rápido y denso. Tengo miedo, porque sé que una de estas noches voy a terminar por entender que debería hacer y estar haciendo desde hace tiempo. Tengo miedo, porque estoy tan seguro de todo que finalmente desconozco hasta donde puedo llegar buscando respuestas.
En la noche mi casa está más lejos que nunca.
A veces supongo que el frío ayuda a que las cosas bajen sus revoluciones, y a que las calles vayan en cámara lenta aunque uno quiera correrlas. Las noches suelen ser frías y largas en otoño-invierno; dan para tanto recorrido, tanta vuelta, tanto destino. Constantemente me pregunto si volverán las noches normales, en que no me interrumpan la fiesta preguntando si creo en el amor, o interceptándome en un puente con una historia triste y una botella de Vodka. Me gustaban las luces, recuerdo, porque tenían mucho que iluminar. Hoy da lo mismo todo; no todo todo en verdad, pero la mayoría de las cosas. Y tengo tanto, tanto miedo, de chocar con la realidad. Sé que de día tengo mucho que hacer; estoy consciente de que las cosas nunca llegarán de día porque de día todo es rápido y denso. Tengo miedo, porque sé que una de estas noches voy a terminar por entender que debería hacer y estar haciendo desde hace tiempo. Tengo miedo, porque estoy tan seguro de todo que finalmente desconozco hasta donde puedo llegar buscando respuestas.
En la noche mi casa está más lejos que nunca.
lunes, 13 de junio de 2011
Hasta la muerte
A pesar de que tenía una extraña fijación por todo lo que simbolizaba la muerte o el paso del tiempo, le quería. Aunque es posible que no sea "a pesar de", sino que "a causa de". No recuerdo bien la sucesión de los hechos; son esas cosas que uno dejó de pensar y que de pronto se volvieron confusas, no sé si les pasa. A mi sí.
El punto es que tenía esa fijación; era como si le gustara ver el mundo desde abajo, o desde lejos, o desde fuera. Pensaba las cosas como nadie, y esto no por sobreanalizarlo todo, sino por las constantes crisis a las que derivaba.
Recuerdo que me hablaba mucho de la soledad. Yo creí ser un héroe al caer en su vida de improviso; yo creía estar más cerca que nadie, más dentro que ninguno, y al mismo tiempo, tan fuera del mundo como para vivir juntos en uno paralelo.
A veces lloraba, cosa que me rompía el corazón y a la vez me causaba cierto placer; lamento el dejo de egoísmo, pero estar ahí, abrazándole e intentando secar y calmar sus lágrimas, me hacía sentir el hombre más funcional del mundo. Nunca le iba a faltar; nunca iban a faltar lágrimas y nunca faltaría yo. Aunque claro, estas cosas las pienso ahora así; antes sólo debía estar por cosas de la vida o del amor o de lo que haya sido.
Las cosas nunca iban a ser perfectas. Siempre lo supe; sabía que tarde o temprano todos los esfuerzos serian vanos, y que alguna crisis lograría hacerme ver como innecesario o peligroso. Al mismo tiempo, imaginaba dramas terribles, y generaba en mi mente una serie de frases dramáticas para decir en las que esperaba de respuestas ciertos clichés. Tal vez fue eso lo que me impulsó a preguntarle aquella noche "¿Me quieres como para seguir adelante? ¿Me quieres?". Uno siempre espera que las cosas resulten dramáticas, sobre todo luego de que me solucionara la vida con un abrazo más de una vez.
Esa noche yo esperaba un abrazo de nuevo. Esperaba bailar y sonreir y tirar sintiendo que el mundo sería perfecto por siempre o hasta la próxima crisis. Yo era el héroe; se supone que salvaría la noche. Pero fallé; error de cálculo con caída en picada. Jamás imaginé que no me querría lo suficiente; del mismo modo, jamás me sentí más inconexo: yo había entregado mucho, ¿Dónde estaba la recompensa?
Que ganas de haberle golpeado hasta que me quisiera. Que ganas de haberle demostrado que me quería tanto como yo le quería; que no estaba viendo las cosas con claridad, porque yo le quería tanto como para salirnos nuevamente del mundo y eliminar la crisis con un abrazo. Era imposible que se acabara todo esa noche. No podían romperme el corazón despues de tanto...
Tenía una extraña fijación con la muerte y el paso del tiempo. Le gustaban las bandas cuyos vocalistas se habían suicidado y amaba la ciudad con más alta tasa de suicidio juvenil. Una vez me dijo que estaba comprobado científicamente que no nos querríamos más de 4 años porque esa era la duración máxima del amor. Y es una pena, porque yo siempre he temido al paso del tiempo; siempre le he tenido pánico a crecer por fuera.
Ahora creo que siempre quiso que murieramos también en un sentido muy figurado; siempre quiso tener una referencia pasada; un antecedente. Yo era (soy?) el antecedente, aunque tal vez no le cuente a nadie que yo existí. He llegado a creer que nunca me quiso tanto como lo mucho que quería quererme para completar su mundo lejano un poco más; he llegado a sentir que siempre me usó como medio para agregarle emoción a su vida.
En una de esas lo mejor sería asumir que todo fue mentira; en una de esas mis 2 o 3 años restantes se acaban mañana mismo.
El punto es que tenía esa fijación; era como si le gustara ver el mundo desde abajo, o desde lejos, o desde fuera. Pensaba las cosas como nadie, y esto no por sobreanalizarlo todo, sino por las constantes crisis a las que derivaba.
Recuerdo que me hablaba mucho de la soledad. Yo creí ser un héroe al caer en su vida de improviso; yo creía estar más cerca que nadie, más dentro que ninguno, y al mismo tiempo, tan fuera del mundo como para vivir juntos en uno paralelo.
A veces lloraba, cosa que me rompía el corazón y a la vez me causaba cierto placer; lamento el dejo de egoísmo, pero estar ahí, abrazándole e intentando secar y calmar sus lágrimas, me hacía sentir el hombre más funcional del mundo. Nunca le iba a faltar; nunca iban a faltar lágrimas y nunca faltaría yo. Aunque claro, estas cosas las pienso ahora así; antes sólo debía estar por cosas de la vida o del amor o de lo que haya sido.
Las cosas nunca iban a ser perfectas. Siempre lo supe; sabía que tarde o temprano todos los esfuerzos serian vanos, y que alguna crisis lograría hacerme ver como innecesario o peligroso. Al mismo tiempo, imaginaba dramas terribles, y generaba en mi mente una serie de frases dramáticas para decir en las que esperaba de respuestas ciertos clichés. Tal vez fue eso lo que me impulsó a preguntarle aquella noche "¿Me quieres como para seguir adelante? ¿Me quieres?". Uno siempre espera que las cosas resulten dramáticas, sobre todo luego de que me solucionara la vida con un abrazo más de una vez.
Esa noche yo esperaba un abrazo de nuevo. Esperaba bailar y sonreir y tirar sintiendo que el mundo sería perfecto por siempre o hasta la próxima crisis. Yo era el héroe; se supone que salvaría la noche. Pero fallé; error de cálculo con caída en picada. Jamás imaginé que no me querría lo suficiente; del mismo modo, jamás me sentí más inconexo: yo había entregado mucho, ¿Dónde estaba la recompensa?
Que ganas de haberle golpeado hasta que me quisiera. Que ganas de haberle demostrado que me quería tanto como yo le quería; que no estaba viendo las cosas con claridad, porque yo le quería tanto como para salirnos nuevamente del mundo y eliminar la crisis con un abrazo. Era imposible que se acabara todo esa noche. No podían romperme el corazón despues de tanto...
Tenía una extraña fijación con la muerte y el paso del tiempo. Le gustaban las bandas cuyos vocalistas se habían suicidado y amaba la ciudad con más alta tasa de suicidio juvenil. Una vez me dijo que estaba comprobado científicamente que no nos querríamos más de 4 años porque esa era la duración máxima del amor. Y es una pena, porque yo siempre he temido al paso del tiempo; siempre le he tenido pánico a crecer por fuera.
Ahora creo que siempre quiso que murieramos también en un sentido muy figurado; siempre quiso tener una referencia pasada; un antecedente. Yo era (soy?) el antecedente, aunque tal vez no le cuente a nadie que yo existí. He llegado a creer que nunca me quiso tanto como lo mucho que quería quererme para completar su mundo lejano un poco más; he llegado a sentir que siempre me usó como medio para agregarle emoción a su vida.
En una de esas lo mejor sería asumir que todo fue mentira; en una de esas mis 2 o 3 años restantes se acaban mañana mismo.
Tiene que ver con
El resumen de algo.
sábado, 11 de junio de 2011
Time to pretend
Es tiempo ya de dejar todo atrás, al final hay un montón de cosas que no van a suceder que se suman a todo lo que ya sucedió. Estoy perdiendo el tiempo; necesito recuperarme a mi mismo antes de recuperar cualquier otra cosa.
Porque estoy perdido, pero perdido de otra forma. Conozco los lugares que recorro. Tengo perfectos mapas de todo cuanto conozco. Mi problema va por otra parte; ¿A donde me lleva este mapa? No hay donde llegar. No hay fin preciso, y al final todo el caminar no es andar sino vagar, y llegará el momento en que me canse, y no quedará nada por hacer.
Tengo de verdad muchas ganas de ir a Valdivia. No sé que encuentre allá, pero tengo la sensación de que algo voy a encontrar allá.
miércoles, 8 de junio de 2011
Hay un vacío que no corresponde. Se expande en los días nublados, pero no tiene que ver con el día en si mismo sino por la carga de las nubes; hace un año, las nubes eran otra cosa.
Siento que de a poco pierdo todo. Siento que de a poco se desintegra hasta el más mínimo sentido de lo que era la realidad; ahora respiro miedos varios. Ya no miro a los ojos ni canto las canciones que ensayaba para el día en que alguien me importara de verdad.
Sé que no corresponde pedir nada a estas alturas, pero hey, no me puedo seguir perdiendo. Sé que no debería importarle a nadie, pero quiero que importe, por una vez, cuanto extraño todo. Puedo hacer y mejorar muchas cosas por mi mismo, pero hay otras que no voy a entender hasta que logre un mínimo de seguridad. Se me escapa de las manos esto del estar contento porque sí; termino coleccionando malestares que ignoro hasta que se acumulan tantos que se transforman en inevitables.
Es curioso, porque la pena ya no tiene sustantivos propios. Siempre soy yo, siempre es en primera persona.
Necesito respuestas; creo que ya casi colecciono las preguntas.
domingo, 5 de junio de 2011
Debería estudiar, y no ponerme a pensar en las cosas que pasaron y las que no. Debería leer, porque hay mucho que leer y poco que hacer en referencia a otras cosas; las cartas quedaron tiradas en alguna mesa de por ahí, y yo también quedé en alguna parte de la que a ratos supongo que me libro.
Tengo pena la verdad, porque sé que todos mis mensajes no llegarán nunca a puerto. Sé que ya perdí, sé que me perdí y quete perdí, y que elija lo que elija seguiré perdiendo.
Debería rendirme, debería olvidarme, debería estudiar.
Estoy esperando señales que, aparentemente, nunca se pensaron enviar. Y para peor, hace frío, llueve y hay futbol en la tv.
Tengo pena la verdad, porque sé que todos mis mensajes no llegarán nunca a puerto. Sé que ya perdí, sé que me perdí y que
Debería rendirme, debería olvidarme, debería estudiar.
Estoy esperando señales que, aparentemente, nunca se pensaron enviar. Y para peor, hace frío, llueve y hay futbol en la tv.
Altamente penoso
¿Cómo mierda te hago saber que en alguna parte estoy si en verdad no quieres saberlo, y a ratos me da miedo que realmente lo sepas?
jueves, 2 de junio de 2011
Las cero con diecinueve
Uno no quiere estar triste, pero es sumamente difícil aislarlo todo y asimilarlo por partes.
Esta noche, por ej, me duele que no me digan las cosas a la cara, me duele que no me digan nada, que desaparezcan. Estoy melancólico, para variar, y quiero escuchar canciones que no son precisamente tristes pero que, dentro del marco de esta noche, están revolviendo todo. Es así, en medio de esto, que salen a flote ciertas cosas que uno prefiere sanamente evitar. Ya comí, ya dormí; ¿qué más puedo hacer?
Hace unos cinco minutos me levanté al baño y me sentí pésimo. Pero es raro, porque no era una webá física, no, pero tampoco era psicológica, no sé... Una mezcla imperfecta de ambas, el punto es que no está bien. Me carga recaer en lo mismo cada cierto tiempo; lo mismo que no es lo mismo fielmente sino que son sensaciones sueltas que arrastran como mar. Me carga eso, me carga extrañar cosas que no sé, gente que no conozco, espacios que no existen. Me carga, porque después de todo lo único que pasa soy yo pensando. Nada más.
El fin de semana pasado, por ejemplo, me senté a conversar con un desconocido en un puente, a eso de las 5 am. Estaba mal; como que lloraba (pero no del todo) a causa de una desilusión amorosa que entremezclaba a una compañera de trabajo, su amiga y una fiesta. Me comentó cosas al azar, como intentando contextualizar una pena que para mi era otra cosa: no puedes estar a las 5 am hablando con un desconocido y que nada te suceda. No puedes contar tu vida, o al menos un trozo importante de esta, sin que nada suceda. Al rato me preguntó que me pasaba. Nada, le respondí, y me miró con cara de entender superficialmente la respuesta, después de todo yo también estaba ahí, sobre el puente, mirando las luces de los autos.
Me dijo que caminar era sano, tomó su botella y se fue a caminar. Yo me quedé en el puente.
Hay un momento en el que involuntariamente me veo desde afuera, y no está bien hablar de lo que no está bien cuando en verdad todo está bien. Uno se retuerce sólo; en mi caso no puedo evitar sentir más sensaciones que las que me podrían llegar a hacer sentido, y busco excusas para no repensarlo más hasta la próxima jornada. Encajar estímulos por todos los sentidos posibles para no caer en cuenta de lo que en verdad atraviesa tus sentidos; eso me hace sentido.
Debería pensar menos las cosas. Debería asumir que podría estar todo el día echando de menos; debería asumir que podría tomar 100 pesos y desde un teléfono público hacerme anónimo para escuchar voces lejanas. Podría asumir que esta noche no pasa nada, que es normal, que no salgo de la adolescencia y dormir tranquilo pensando en que mañana, como cada día, seguiré cagándola más hasta convertirme en un adulto que olvida de donde viene para imponer madurez. Podría tomar todo lo que ha pasado como anécdotas, y concluir con un maravilloso "esto me hizo crecer", pero ¿Qué sentido tiene?
He estado convenciéndome todo este tiempo que con sucedáneos se vive tranquilo; para cuando realmente todo se estabilice, parece, estaré demasiado lejos de ser lo que podría haber sido cuando había fe en que el tiempo no se iba a agotar.
Esta noche, por ej, me duele que no me digan las cosas a la cara, me duele que no me digan nada, que desaparezcan. Estoy melancólico, para variar, y quiero escuchar canciones que no son precisamente tristes pero que, dentro del marco de esta noche, están revolviendo todo. Es así, en medio de esto, que salen a flote ciertas cosas que uno prefiere sanamente evitar. Ya comí, ya dormí; ¿qué más puedo hacer?
Hace unos cinco minutos me levanté al baño y me sentí pésimo. Pero es raro, porque no era una webá física, no, pero tampoco era psicológica, no sé... Una mezcla imperfecta de ambas, el punto es que no está bien. Me carga recaer en lo mismo cada cierto tiempo; lo mismo que no es lo mismo fielmente sino que son sensaciones sueltas que arrastran como mar. Me carga eso, me carga extrañar cosas que no sé, gente que no conozco, espacios que no existen. Me carga, porque después de todo lo único que pasa soy yo pensando. Nada más.
El fin de semana pasado, por ejemplo, me senté a conversar con un desconocido en un puente, a eso de las 5 am. Estaba mal; como que lloraba (pero no del todo) a causa de una desilusión amorosa que entremezclaba a una compañera de trabajo, su amiga y una fiesta. Me comentó cosas al azar, como intentando contextualizar una pena que para mi era otra cosa: no puedes estar a las 5 am hablando con un desconocido y que nada te suceda. No puedes contar tu vida, o al menos un trozo importante de esta, sin que nada suceda. Al rato me preguntó que me pasaba. Nada, le respondí, y me miró con cara de entender superficialmente la respuesta, después de todo yo también estaba ahí, sobre el puente, mirando las luces de los autos.
Me dijo que caminar era sano, tomó su botella y se fue a caminar. Yo me quedé en el puente.
Hay un momento en el que involuntariamente me veo desde afuera, y no está bien hablar de lo que no está bien cuando en verdad todo está bien. Uno se retuerce sólo; en mi caso no puedo evitar sentir más sensaciones que las que me podrían llegar a hacer sentido, y busco excusas para no repensarlo más hasta la próxima jornada. Encajar estímulos por todos los sentidos posibles para no caer en cuenta de lo que en verdad atraviesa tus sentidos; eso me hace sentido.
Debería pensar menos las cosas. Debería asumir que podría estar todo el día echando de menos; debería asumir que podría tomar 100 pesos y desde un teléfono público hacerme anónimo para escuchar voces lejanas. Podría asumir que esta noche no pasa nada, que es normal, que no salgo de la adolescencia y dormir tranquilo pensando en que mañana, como cada día, seguiré cagándola más hasta convertirme en un adulto que olvida de donde viene para imponer madurez. Podría tomar todo lo que ha pasado como anécdotas, y concluir con un maravilloso "esto me hizo crecer", pero ¿Qué sentido tiene?
He estado convenciéndome todo este tiempo que con sucedáneos se vive tranquilo; para cuando realmente todo se estabilice, parece, estaré demasiado lejos de ser lo que podría haber sido cuando había fe en que el tiempo no se iba a agotar.
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