Uno no quiere estar triste, pero es sumamente difícil aislarlo todo y asimilarlo por partes.
Esta noche, por ej, me duele que no me digan las cosas a la cara, me duele que no me digan nada, que desaparezcan. Estoy melancólico, para variar, y quiero escuchar canciones que no son precisamente tristes pero que, dentro del marco de esta noche, están revolviendo todo. Es así, en medio de esto, que salen a flote ciertas cosas que uno prefiere sanamente evitar. Ya comí, ya dormí; ¿qué más puedo hacer?
Hace unos cinco minutos me levanté al baño y me sentí pésimo. Pero es raro, porque no era una webá física, no, pero tampoco era psicológica, no sé... Una mezcla imperfecta de ambas, el punto es que no está bien. Me carga recaer en lo mismo cada cierto tiempo; lo mismo que no es lo mismo fielmente sino que son sensaciones sueltas que arrastran como mar. Me carga eso, me carga extrañar cosas que no sé, gente que no conozco, espacios que no existen. Me carga, porque después de todo lo único que pasa soy yo pensando. Nada más.
El fin de semana pasado, por ejemplo, me senté a conversar con un desconocido en un puente, a eso de las 5 am. Estaba mal; como que lloraba (pero no del todo) a causa de una desilusión amorosa que entremezclaba a una compañera de trabajo, su amiga y una fiesta. Me comentó cosas al azar, como intentando contextualizar una pena que para mi era otra cosa: no puedes estar a las 5 am hablando con un desconocido y que nada te suceda. No puedes contar tu vida, o al menos un trozo importante de esta, sin que nada suceda. Al rato me preguntó que me pasaba. Nada, le respondí, y me miró con cara de entender superficialmente la respuesta, después de todo yo también estaba ahí, sobre el puente, mirando las luces de los autos.
Me dijo que caminar era sano, tomó su botella y se fue a caminar. Yo me quedé en el puente.
Hay un momento en el que involuntariamente me veo desde afuera, y no está bien hablar de lo que no está bien cuando en verdad todo está bien. Uno se retuerce sólo; en mi caso no puedo evitar sentir más sensaciones que las que me podrían llegar a hacer sentido, y busco excusas para no repensarlo más hasta la próxima jornada. Encajar estímulos por todos los sentidos posibles para no caer en cuenta de lo que en verdad atraviesa tus sentidos; eso me hace sentido.
Debería pensar menos las cosas. Debería asumir que podría estar todo el día echando de menos; debería asumir que podría tomar 100 pesos y desde un teléfono público hacerme anónimo para escuchar voces lejanas. Podría asumir que esta noche no pasa nada, que es normal, que no salgo de la adolescencia y dormir tranquilo pensando en que mañana, como cada día, seguiré cagándola más hasta convertirme en un adulto que olvida de donde viene para imponer madurez. Podría tomar todo lo que ha pasado como anécdotas, y concluir con un maravilloso "esto me hizo crecer", pero ¿Qué sentido tiene?
He estado convenciéndome todo este tiempo que con sucedáneos se vive tranquilo; para cuando realmente todo se estabilice, parece, estaré demasiado lejos de ser lo que podría haber sido cuando había fe en que el tiempo no se iba a agotar.
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