jueves, 27 de mayo de 2010

Joel Barish

Joel camina por la ciudad como cualquier mortal. Reconoce en cada paso un pensamiento que suele hilarse con la escenografía de un santiago otoñal que parece indiferente a su mirada.

Mientras las luces lo recorren de las rodillas hasta sobrepasarle la coronilla, asume su triste postura de querer pertenecer, no sabe a que, pero sentirse parte de. Antes era un proyecto... o parte de este, no sabe bien en realidad. El punto es el abandono; el destino se encargó de terminar los contextos positivos, de mojar las calles de tierra que eran sus sonrisas y hacer barriales en estas, surcando las avenidas que desembocaron en la pérdida a goterones de sus razones-para-seguir.

Joel se deja llevar por la marea. Hace mucho no lo hacía, pero hoy recordó. Recordó su sonrisa partir al oirle decir "en verdad no me gustan los organilleros". Joel no necesitó demasiado para comprender que se trataba del recuerdo de una realidad ausente; como cuando hablan de arrepentirse de lo que no se hace pero llevado a los recuerdos. A Joel tambien le pesa la melodía del organillo.

Joel descubre que, sin quererlo, su vida se encuentra como "atada" por un sólo hilo. Es como si la presencia del Alguien Más lograra entrar en todo lo que no vivieron juntos, en los recuerdos de situaciones paralelas que nunca se concretaron. No entre ellos.

Podría sonreír en este momento, pero teme que si lo hace acepte de buenas y a primera que su vida no será lo mismo el día en que las sonrisas le dejen. Entonces la melodía se detiene y una gota loca se detiene en un pelo que divide en el iris el café de sus ojos. 

1 comentario:

@dmperez21 dijo...

Bellas figuras.
recifol