Una frutilla en su punto; grande y jugosa, botada en medio de la calle más linda de santiago no deja de ser basura. Los relojes, aunque se detengan, denotan la presencia del tiempo; en alguna parte está, se fuga pero deja rastros.
No hay males que vengan porque sí, y el destino es sabio en desligarme de las decisiones e incidencias de mis ideas. Ya no hay nada que hacer, todo está prefabricado; y las piezas, por muy móviles que sean, tienen una postura conveniente.
Arrancar de pronto la costra y ver que el mundo consta de cicatrices; que las heridas dejan de doler pero el vestigio queda. Es sabio quien toma al toro por los cuernos y se para desnudo frente a la circunstancias, sin miedo ya al dolor porque en verdad siempre habrán sentimientos cortopunzantes en alguna parte. Jugarse los ideales y hacerse responsable de lo que es. Yo soy yo en el mundo; y mi camino se funda en los impulsos.
Llegar a perderse de tanto correr no es peligro si se piensa en el final; el tramo es transitorio, el final nos pesa. Sabré perderme bien, sabré hasta donde llegar para escapar de cualquier mapa. Ahora sé en que bordes deterneme; el resto es cosa de tiempo.
Y si llego tan profundo es sólo porque ya nada me conduce a la superficie; más si mis cálculos son correctos, el mundo no ha dejado de ser redondo y, en algún punto, emergeré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario