Desde hace mucho la estabilidad suena a concepto utópico, convirtiendo la rutina en una matanza episódica con muchas partes que no concluyen en nada. Es eso. Es enfrentarse al paso del tiempo, como dándole la cara de a los problemas hasta que ya no se puede más, hasta que todo se hunde y ahoga. Nadie es valiente y fuerte todo el tiempo. Yo no puedo.
Tal vez si quiera que ciertas cosas se acaben de golpe, rápido. Tal vez si quiera evitar eso de seguir creciendo; tal vez crecí lo que quería crecer y ahora quiero caer lentamente. No quiero aprender más.
Sospecho que necesito un espacio que no existe. Sospecho eso y más; tengo un miedo terrible frente a mi capacidad de querer más de la cuenta, tengo miedo a que todo se vuelva a desmoronar. Todo estuvo mal, todo fue terrible. Dolió, cuánto dolió, por la cresta. Ahora todo da miedo; que no suban la voz, por favor; que no vuelvan a apagar la radio, la tele, la calma. Que se estanque todo y que sonrían.
Tengo tanto miedo de todo, como si las cosas nunca hubiesen estado más al borde del mundo, y me sorprendo a mi mismo abrazándome a todo aquello que sé que fallará y caerá. Me sobran razones para creer que ya nada mejorará, sólo se hará aceptable con el tiempo. Me sobran razones, sin embargo, en alguna parte, quiero creer que en la fibra de las cosas, justo ahí en el centro, hay un hilo de vida, algo así como una arteria central con un flujo lento pero seguro.
Me gustaría creer de nuevo en todo, o al menos no cuestionarlo. Me gustaría que no fuera tema; ¿desde cuando querer es un salto al vacío? Me gustaría tener respuestas y dar seguridades. Me gustaría que me quisieran mucho por ello; me gustaría construir. Pero no se puede.
Me gustaría creer de nuevo en todo, o al menos no cuestionarlo. Me gustaría que no fuera tema; ¿desde cuando querer es un salto al vacío? Me gustaría tener respuestas y dar seguridades. Me gustaría que me quisieran mucho por ello; me gustaría construir. Pero no se puede.
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