Quiero que sea la última y única vez que se hable de esto en este lugar.
Me siento absolutamente vulnerable y perdido. No sé por qué de pronto tengo la necesidad terrible de que me protejan de hacer todo lo que realmente quisiera hacer.
Es que estoy agotando la ciudad, estoy agotando espacios que eran míos, estoy agotando las salidas y, de pronto, todo apunta al mismo lugar; el origen.
No me gusta alarmar a la gente, pero si no lo escribo acá (sí, acá; es mi lugar) reviento. Necesito profundamente saber que todo está bien, que yo estoy bien y que las cosas saldrán bien. Necesito profundamente un abrazo de aquellos como de 31 de diciembre en la tarde, o de 2 de enero a las 10 de la mañana con una sonrisa nerviosa por no saber que pasará el resto del año; que será, Dios, de nosotros hasta el próximo primero de enero, que será.
Quiero creer que voy a estar bien, que dejaré de necesitar(te) en algún momento. Dejar de hacer daño en el intento de conocerme mejor. Sí, públicamente perdón. Lo siento de verdad, me duele, me duele mucho; tenía la opción de seguir esperando que las cosas mejoraran o asumir que no todo iba bien antes de que fuera demasiado tarde. Sufro, creo, de una necesidad terrible de tiempo para pensar al respecto.
Y a ti, espero que leas esto: Ya no soy bueno, sabes? Ya no soy bueno; ven a buscarme.
Te juro que no soy bueno, por favor, ven a buscarme.
Han pasado muchas cosas, pero mi corazón late al mismo ritmo. El mundo sigue del mismo color; tal vez un poco más monótono, tal vez sin tu perfume, ta vez sin ti, no sé. Pero sucede que me canso de arrancar, de extrañarte y necesitarte. Y me da miedo de pronto saberme tan vulnerable; sentir que el tiempo no cura ni sana, por el contrario, hiere día a día un poco más.
El tiempo se acumula en las venas, se estanca, y yo estoy lleno de morenotes.
Creo que todo esto es sólo que soñé contigo. Soñé que corríamos a las sombras, y en las sombras te robaba un beso.
No sé que espero a decir verdad; no sé que sentido tiene todo esto.
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