Lo peor que sucede cuando no escribo es que olvido. Si no dejara constancia de la vida en alguna parte, fácilmente podría haber estado siempre muerto, pero como no lo estoy necesito saberme vivo y dinámico.
No sé cuantas cosas realmente sucedan hoy. Han sido horas extrañas, de descubrirme y descubrir un montón de cosas que constantemente suceden e ignoro.
No recuerdo que viaje hacía hoy mientras pensaba en que tal vez he dado tantos pasos por senderos perdidos que ya no hay vuelta atrás. Lo peor de todo es que mientras más lo pienso, más lo siento. Y siento también el peso, la responsabilidad de haberme dejado caer tan a conciencia, tan queriendo estar por debajo de todas las historias que alguna vez escuché. Es una pena ignorar tus raíces y convertirte en un ser nuevo, autónomo e indecifrable. Es terrible saber que ni tu mismo te conoces lo suficiente como para mirarte objetivamente y decirte a ti mismo "hey, estás pésimo, ve a dormir".
Cuando un autor escribe se plasma a si mismo de una u otra forma. Hay una creación de personaje; el autor como imagen de si mismo, subjetivo hasta decir basta, se deja entrever en cada parrafo. Tal vez un problema de fondo es que en mi mismo no veo consistencia, en lo que escribo no huelo nada, no siento nada, no me da nada para pensar. No voy a cambiar la vida de nadie escribiendo acerca de lo mucho que me complican las cosas simples de la vida.
Tengo un miedo terrible a la vida, al tiempo y al no cerrar ninguna idea.
Tengo un miedo terrible a la acumulación de ideas a medias.
Tengo un miedo terrible.
No quiero crecer. No quiero.
No quiero dejarme caer nunca más; de pronto necesito ser bueno, sentirme bien conmigo, sentirme conforme y orgulloso de lo que hago.
Voy a erradicar lo malo, voy a ser mejor. Voy a partir de cero, porque si no lo hago me estancaré por siempre en un circulo vicioso que justifica el empeorar constantemente.
Voy a ser feliz, voy a crearme nuevamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario