Luego de muchos días que, muy posiblemente, acumulen más de un mes, sale temprano. Así como para llegar a la hora. Sin embargo, justo antes de tomar la micro hacia el metro, descubre que no lleva el pase escolar. Mal.
Vuelve a casa caminando como si nada. Golpéa como con furia la puerta, y luego de un buen rato le abre su hermano con cara como de pánico. Lo ignora. Se cruza con su hermana, que mientras se pinta pide explicaciones. Le dice "algo se me quedó" y ya. No hay tiempo para explicaciones.
Llega a su pieza, toma el pase de su repisa y, al girar, su mirada se posa en una chaqueta que dejó sobre la cama. La mira, duda y luego se saca la que llevaba puesta para cambiarla por la recien vista.
Toma el bolso, se pone los audifonos y sale.
Llega a la esquina, la micro no pasa. No se desespera; toma un libro y, de pie, lee unas 5 páginas. Pasa la micro y para frente a él. Se sube.
Vuelve al libro, y lo lee sin pensar en nada más hasta encontrarse con la siguiente frase: "Está lloviendo en macondo". Se le erizan de pronto los recuerdos; le pinchan por dentro de las venas. Un lugar de él que durante mucho tiempo mantuvo Stand By está por volver. Algo pasó.
No sabe por qué, pero comienza a sentir ese vacio en la boca del estomago, tan común en momentos de ansiedad. Sus ojos se enrojecen, más no lloran. No.
Justo ahora, solo, descubre una pena que ha arrastrado ya desde hace mucho, y sin más compañía que la de frías almas extrañas y melodías urbanas, siente los efectos esa pena.
Busca con la mirada un abrazo, mas las otras almas, extrañadas ante tal petición, comienzan como avergonzadas a evitar el contacto visual.
No tiene nada.
Baja de la fría jaula común para entrar en el gran espacio vacío en que se convierte santiago por estas temporadas; como si él frío espantara, las calles están en silencio.
Ama el frío, independiente de lo feas que le ponga las manos, pues este le ayuda a pensar más en si mismo.
Descubre de a poco, paso a paso, que durante mucho tiempo ha tenido los ojos cerrados. Cerradísimos y apretados, y todo a conciencia.
Disfrutaba de una soledad envidiable; no necesitaba de nadie más.
Mas hoy no. Hoy si necesita de alguien y no tiene a nadie.
Se hace un espacio en el último vagón del metro mientras ve como algunas gotas perdidas chocan con la ventana. Así, según él, le pasó. Caía y caía tranquilo. Siempre sin mirar abajo.
Cometió un error grave; nunca asumió que, tarde o temprano, tocaría suelo.
Observa tímidamente por sobre el hombro de alguien un rostro no familiar. Pero parece triste.
Siente toda la tentación de acercarse para darse una oportunidad, ambos, y compartir este mal momento. Pero no funciona así esto.
Y como siempre, incluso cuando quiere mucho, se arrepiente de lo que ha estado por llevarse a cabo, etiquetando el acto como un momento de poca lucidez.
Baja del metro perdido en pensamientos que no se detienen ni lo harán; sabe a lo que estos quieren llevarlo, pero no quiere darlo por hecho; asumir lo solo que está y que, muy posiblemente, esté involucrando sentimientos en la imagen de una alma que jamás le mirará como una opción válida no es fácil.
Se deja guiar por la inercia mientras la rutina lo lleva al destino. Siempre es así; no es capaz de enfrentar a la inercia ni a la rutina y termina exactamente donde no le corresponde.
Luego de un largo día lleno de pensamientos que en espiral lo hunden más y más, llega a casa. Saluda como siempre, deja las cosas a medio camino, como siempre, y come algo, solo, como siempre.
Al terminar va a su pieza y enciende el pc mientras ordena un poco.
"Está lloviendo en macondo"
"Sí" piensa resignado "Y bastó que todo se inundara para que lo notara".